Ya había pasado mes y medio desde la consulta de Marina con el médico. Desde entonces, había decidido enfrentar la vida con más ligereza y serenidad, creyendo que algo bueno podría suceder en cualquier momento, cuando dejara de lado toda la presión que sentía sobre sus hombros.
En la oficina, mientras analiza el expediente de una nueva clienta, fija la vista en la pantalla del ordenador, entrecerrando los ojos por el cansancio acumulado de una semana agotadora. La presión de las responsabilidades y el ritmo acelerado de los últimos días pesan sobre ella, dificultándole mantener la concentración.
—Doctora, ¿se siente bien? —pregunta Suzan, su secretaria, al notar el evidente cansancio en su rostro.
Marina levanta la mirada de la pantalla y fuerza una sonrisa.
—Sí, estoy bien, gracias por preguntar —responde rápidamente, intentando disimular el peso de la fatiga—. ¿Podrías traerme un café? Me siento un poco indispuesta —admite, pasándose la mano por los ojos en un intento de alejar el a