Antes de que Joana pueda responder a la acusación de Rodrigo, su celular vibra en sus manos, interrumpiendo el momento tenso. Al ver el nombre del responsable de sus finanzas aparecer en la pantalla, un escalofrío recorre su espalda. Era una hora extraña para recibir una llamada, y eso la pone inmediatamente en alerta.
—¿Sí? —atiende, intentando mantener la voz firme, mientras se aleja de Rodrigo para tener más privacidad.
Del otro lado de la línea, la voz formal del hombre resuena:
—Señora Ferraz, le pido disculpas por llamarla a una hora tan inoportuna, pero consideré necesario informarle que la cantidad solicitada para la transferencia fue aprobada y ya se envió.
El corazón de Joana se detiene por un instante. Frunce el ceño, confundida e inquieta.
—¿Cantidad? ¿Qué cantidad? —pregunta, con tono ansioso.
—Los 100 millones de dólares, señora —responde el hombre, cauteloso. —La transferencia que debía enviarse a una cuenta en el extranjero. Todo se hizo según la solicitud, con los doc