Al salir, la puerta se cierra suavemente y Marina se queda sola en la habitación, sintiendo el peso de las palabras de su suegra. Pero en lugar de dejar que eso la afecte, respira hondo y enfrenta su reflejo en el espejo. La sonrisa vuelve a sus labios, firme y decidida. Nada ni nadie arruinaría ese día.
La puerta de la habitación se abre y su madre entra con una expresión intrigada, claramente percibiendo que algo sucedió durante su breve ausencia. Mira a su hija, que sigue frente al espejo, ajustando el velo con movimientos lentos y precisos.
—¿Todo bien por aquí? —pregunta, intentando sonar tranquila, pero sin lograr ocultar la preocupación.
Manteniendo la mirada fija en su propio reflejo, Marina respira hondo antes de responder:
—Sí, mamá.
Entrecerrando los ojos, Daniela cruza los brazos mientras observa la postura de su hija.
—¿Segura? Porque esa mujer salió de aquí con una mirada aterradora.
Soltando una leve risa irónica, Marina niega con la cabeza.
—Siempre fue así, mamá. Y, p