Acostado en su cama, Víctor fija la mirada en el techo, pero su mente está lejos de allí, atrapada en lo que leyó en la habitación de Marina. El plan de defensa que ella estaba trazando era brillante, cada punto meticulosamente estructurado, algo que él no esperaba de alguien sin experiencia en el tribunal. Ella había encontrado vacíos que bien podían cambiar el rumbo del caso y hacer que la sentencia se inclinara a su favor.
Pero si eso ocurría, él perdería el caso. Sería el primero de su impecable carrera, y el peso de eso sería aplastante. Víctor sabía cuán cruel era el mundo de la abogacía; bastaba un error para que los susurros y las críticas comenzaran. Y perder contra Marina, una abogada principiante, sería suficiente para convertir su reputación en motivo de duda.
El conflicto en su mente era implacable. Por un lado, admiraba el talento de Marina y se sentía orgulloso de ella, pero, por otro, su ego profesional y la responsabilidad hacia su cliente lo atormentaban. Era más que