Desde que regresó de la casa de uno de los testigos que la ayudaría en el caso de doña Valquiria, Marina siente un vacío creciente en el pecho. Entra en su habitación, enciende el portátil y se sumerge en los detalles del caso, analizando cuidadosamente la información y las declaraciones de los testigos. Sin embargo, incluso con el enfoque en el trabajo, un sentimiento de miedo comienza a dominar sus pensamientos.
Las palabras de Víctor resuenan en su mente, trayendo una inseguridad que no quiso admitir frente a él. Saber que Víctor, con toda su experiencia, nunca había perdido un caso era una presión silenciosa que la hacía cuestionar sus propias capacidades. «¿Y si no logro defender correctamente a doña Valquiria?», piensa, con el corazón oprimido. A pesar de ello, decide seguir adelante. Sabe que necesita hacer lo necesario, aunque el miedo persista.
Después de horas frente a la pantalla del ordenador, siente la cabeza pesada y decide hacer una pausa para comer algo. Caminando por