Todavía abrazada a su novio, Marina confiesa en un susurro suave.
— No esperaba que vinieras hasta aquí hoy.
Víctor se aparta un poco, solo lo suficiente para encontrar su mirada, y entonces sus labios dibujan una leve sonrisa.
— ¿De verdad crees que podría mantenerme lejos de ti? — pregunta con una sinceridad que le calienta el corazón. — Y menos después de habernos alejado de esa manera por la mañana.
Marina siente un nudo en la garganta al escuchar sus palabras. Sabía que ambos tenían mucho por resolver, pero el simple hecho de que él estuviera allí, dispuesto a arreglar las cosas, lo cambiaba todo.
— Yo tampoco quería que fuera así — admite, con un brillo en los ojos que mezcla emoción y alivio. — No me gusta estar lejos de ti, Víctor.
Él toca suavemente su rostro, limpiando los restos de lágrimas con el pulgar.
— Y a mí no me gusta verte triste, rubiecita. Vamos a arreglarlo, estoy seguro — sugiere en un tono reconfortante.
Marina asintió, sintiendo que, a pesar de las dificultad