Mientras camina hacia la parada del autobús, Marina siente una rabia creciente quemándole el pecho. Está convencida de que Víctor hizo todo deliberadamente, solo para presionarla a dejar la empresa.
— No lo va a lograr. Me niego a dejar que me venza — susurra para sí misma, con pasos firmes que reflejan su determinación.
De repente, el sonido familiar de un motor lujoso llama su atención. El auto de Víctor se detiene a su lado. Fingiendo que no lo ve, sigue caminando con la mirada fija al frente. Pero el estruendoso y largo sonido de la bocina, que él pulsa a propósito, la asusta, haciéndola tropezar y caer al suelo, dejando escapar su zapato derecho.
Desde el auto, Víctor observa la escena con diversión mal contenida. Sabe que el nerviosismo de ella está al máximo, y eso solo intensifica su satisfacción.
Rápidamente, estaciona el auto y baja, caminando hacia ella, que intenta levantarse.
— ¿Necesitas ayuda? — pregunta, conteniendo la risa que amenaza con escaparse.
— ¡No, no necesito