Antes de ir al trabajo, Víctor insiste en llevar a Marina a la casa de sus padres. Con su acostumbrada cortesía, baja del coche en cuanto estaciona y la acompaña hasta la puerta. José y Daniela ya están atendiendo en la panadería.
— Buenos días, señor José, doña Daniela — dice, estrechando la mano de José y luego saludando a Daniela con un leve movimiento de cabeza.
— Buenos días, Víctor — responde José, estrechando su mano con firmeza, manteniendo un semblante amable.
— ¿Ya ha desayunado? — pregunta Daniela. — Hice una tarta deliciosa y acaba de salir del horno.
Víctor ríe educadamente, metiendo las manos en los bolsillos del saco.
— Créame, doña Daniela, me encantaría tomar un café con ustedes, pero el trabajo me espera. Tengo una reunión importante temprano — explica, lanzando una mirada breve y cómplice a Marina, que observa la escena con satisfacción.
— Siempre tan dedicado — comenta José, asintiendo con la cabeza, claramente impresionado. — Un ejemplo, ¿no, hija?
Marina sonríe,