Mientras el coche de aplicación recorre las calles iluminadas por la noche, Marina observa la ciudad pasar por la ventana, pero su mente está lejos de allí. Sus manos descansan sobre el regazo, inquietas, mientras sus dedos permanecen entrelazados en un gesto que no logra ocultar el nerviosismo que siente. Respira hondo varias veces, intentando calmar el corazón acelerado, no solo por las ganas de ver a Víctor, sino también por la conversación que tuvo con sus padres.
«¿Habré hecho bien en enfrentar a mi madre de esa manera?», piensa, mordiéndose levemente el labio inferior. Aunque salió de casa decidida, una punzada de duda y culpa comienza a crecer, sobre todo sabiendo que sus padres atraviesan un momento delicado con la abuela. Al mismo tiempo, la idea de ver a Víctor nuevamente, de sentir el calor de su abrazo, hace que una sonrisa tímida aparezca en sus labios. Acomoda el bolso sobre el regazo y mira el celular, donde un mensaje reciente de él aparece en la pantalla.
«Parece que