El fin de semana que pasó en aquella casa con Víctor fue, sin duda, el mejor de la vida de Marina. Se sintió amada de un modo tan cariñoso e intenso que apenas podía creerlo.
— No puedo creer que tenga que despedirme de ti hoy —dice Víctor, observándola con la mirada levemente triste, mientras ella arregla sus cosas en la pequeña maleta de mano.
— Me voy solo porque es necesario —responde ella, lanzándole una sonrisa suave. — Pero prometo que haré lo posible para regresar el próximo fin de semana —afirma, con voz cariñosa y llena de certeza.
Víctor suspira y una leve sonrisa se forma, pero la melancolía continúa visible en su rostro.
— Aun así, una semana sin ti será una tortura para mí —confiesa, con la sinceridad estampada en cada palabra.
Marina cierra la maleta y levanta la mirada hacia él, mirándolo por unos segundos en silencio, como si quisiera grabar aquella imagen en la memoria.
— Para mí también será difícil, aún más ahora que estoy conociendo ese lado tuyo que nunca imaginé