Después del café, Marina siente el peso del cansancio acumulado y opta por no participar en todas las actividades planeadas. En lugar de eso, decide observar a los demás, relajándose mientras disfruta de la vista del lago cristalino. Entre bromas y risas de los compañeros de Sávio, nota que Fernanda, la mujer que le lanzaba miradas extrañas en el autobús, se acerca a él con frecuencia, riendo un poco de más y siempre buscando una excusa para tocarlo casualmente. Marina decide no comentar nada en ese momento, pero la incomodidad comienza a pesar.
Durante la tarde, Sávio la invita a explorar un sendero que lleva a una pequeña cascada. Caminan lado a lado en silencio, el paisaje a su alrededor es tan majestuoso que Marina deja que sus pensamientos divaguen, intentando alejar cualquier inseguridad.
Al llegar a la orilla de la cascada, siente que el ambiente es tranquilo e inspirador, y el peso que cargaba parece disiparse.
— Estoy feliz de estar aquí contigo — comenta, sentándose a su lad