Es de madrugada cuando el autobús finalmente se detiene frente al resort en las montañas. La oscuridad envuelve el lugar, pero Marina logra percibir la belleza del entorno.
Sávio se aleja por un momento y, cuando regresa, dice sonriente:
— Ya tengo la llave de nuestra habitación.
Sin demora, toma la maleta de sus manos, asumiendo el liderazgo mientras comienza a caminar hacia un pequeño sendero, indicándole que lo siga.
Mientras avanzaban hacia los aposentos, Marina notó que el hotel ofrecía algo especial. Pequeños chalets independientes, encantadores y rústicos, se alineaban a lo largo de un camino de piedras rodeado de jardines bien cuidados.
Sávio se dirige a uno de los chalets y acerca la tarjeta a la puerta, que emite un breve sonido antes de abrirse. Ambos entran, explorando el ambiente con expresión de fascinación. Solo había una palabra para describirlo: ¡espléndido!
— Vaya, qué lugar tan elegante —comenta Marina, encantada con el tamaño de la cama y los muebles lujosos que co