Manuel agarra el brazo de su hijo para detener la marcha.
— ¿Qué te pasa? —preguntó Manuel, preocupado por su hijo. Lo vio marcar varias veces en el teléfono y no salió la llamada que tanto deseaba, y al parecer esto lo molestaba.
—Es que estoy detrás de un negocio y no sale la llamada— dijo molesto, mirando por la ventana.
El padre e hijo llegaron a la mansión porque ahí fue donde Gabriel dejó el auto. Fueron directo a la oficina y el viejo se sentó cansado en su silla detrás del escritorio.
—Me estoy muriendo – le dijo a su hijo frente a frente. Abrió un cajón y sacó un sobre lleno de papeles — el médico no me da ni dos meses de vida.
Los ojos de Gabriel se abrieron grandes, él adoraba a su padre y si lo llega a perder, entonces quedaría totalmente solo. Se acercó y tomo aquellos papales y lo leyó con mucho cuidado y después de pensar en un instante fue que logro a hablar.
—Papá, tiene que haber algo para poderte ayudarte— dijo con la voz entrecortada.
El viejo bajó la mirada resig