Naomi.
Ya le habían puesto la quimio a mi madre, y al día siguiente, yo no dejaba de vomitar. Tuve que faltar a mis dos trabajos y avisar que me había enfermado.
Ojalá que no me despidan…
—¿Cómo estás? —Mamá entró a mi habitación, con dificultad.
Yo debía cuidarla a ella, se esforzó en preparar una sopa de pollo, tenía la bandeja en la mano. Su piel estaba muy pálida, tan blanca como la nieve, y yo sentí náuseas al ver la comida.
—E-es extraño, nunca me había pasado esto. También me duele un poco el estómago —dije, sentándome en la cama.
—Yo te cuidaré hoy —Tosió.
Tuvo que dejar la bandeja en la mesita de noche, porque su cuerpo se debilitó y yo me paré rápidamente para ayudarla a sentarse en su cama, ignoré el mareo.
—Mamá, tienes que descansar. Ayer te hicieron la quimio, el reposo es vital para que mejores —murmuré, hundiendo las cejas—. ¿De acuerdo? Yo seguramente comí algo que me cayó mal.
Ella estaba respirando por la boca, de forma lenta. Me hizo caso y se recostó sobr