Naomi.
Un par de días después, me levanté somnolienta al responder la llamada de Malena, no dejaba de vibrar mi celular.
—¿Hola?
—¡Naomi Adler! ¡Me importa una mierda que el padre de tu hijo te tenga encerrada en quién sabe dónde! ¡Te necesito ahora mismo! —gritó, me dolió el oído.
Restregué mis párpados para ver mejor. Eran las ocho de la mañana, dormí mucho, pues el día anterior trabajé hasta tarde con Silvana y para mi sorpresa, estuvo de buen humor.
—¿Qué sucede? Te noto muy exaltada.
Vi que Silas no estaba en el mueble, solía ir cada mañana a leer mientras yo dormía.
—¡¿Es que no me escuchas?! Tenemos que vernos con urgencia —Su voz salió atropellada—. N-Naomi… hay cosas de mi pasado que no te he dicho, y apareció alguien que revivió todos mis recuerdos. Sé que soy una perra, pero eres la única amiga que siempre estuvo para mí, no me dejes sola…
Lo último me oprimió el corazón y un nudo se formó en mi estómago. El tono de Malena fue deprimente, como si algo grave de verda