Ambos se enfrascan en una conversación, mientras los niños son llevados por Paolo y Regina a la pequeña plazoleta que hay detrás del mausoleo y yo me siento frente a esa foto que acababa de ver mi hijo.
—Hola, mi Romeo. Tantos años que no te veía, salvo por mis sueños ni siquiera una foto tuya pude llevarme cuando hui de este lugar y mírame, aquí estoy frente a ti habiendo olvidado el día en que partiste, me siento como la mierda por no haberlo recordado.
¿Me perdonas?— digo tocando la foto, mientras gruesas lágrimas caen por mis mejillas — Nicco es un niño tan lindo y vivaz, se parece tanto a ti que no hay día que te agradezca el haber dado la vida por nosotros, perdóname amor, por no ser lo suficientemente fuerte para protegerte como lo soy ahora con Nicco, perdóname por haberme enamora nuevamente, aunque sé que donde estás debes estar muy contento, pues ese precioso médico no solamente nos salvó, también nos dio esa luz que una vez tu me diste y mi vida cambió para mejor.
Una brisa