-¡Doménico!- solté la mano de mi amado Ricitos y corrí a los brazos de aquél que me había dado esta segunda oportunidad de vivir.
-Mi princesa, por fin has vuelto donde te corresponde- sus fuertes brazos me mecieron como aquella niña que, después de la muerte de su madre, corría a su refugio.
Doménico estaba cambiado, sus cabellos ahora estaban teñidos de gris, lo que hacía verse más mayor de lo que era y el parche en el ojo me demostraba que más de una parte de su cuerpo había perdido por mi culpa.
» Te ves hermosa, los años te han sentado bien, tu madre habría estado orgullosa de ti.
-Gracias, gracias por todo lo que hiciste por mí y por Niccola- digo entre sollozos, escondida en su pecho.
-Nunca los desampararía, eres la madre de mi nieto y la mujer que más amó a mi hijo.
-¿Mami?- la voz de Nicco nos sacó de este hermoso encuentro, me solté del agarre de Doménico y le hice un movimiento de mano a Nicco para que se acercara a nosotros.
-Ven aquí, mi niño. Quiero presentarte a