Tragué grueso para responder, para entenderme, para saber por qué mi impulso me había llevado a ese lugar, o qué pretendía con hacerlo.
— ¿Qué sabes de Eduardo? — pregunté de golpe
— Es tu novio, tú deberías saberlo — gruñó ella con indiferencia mientras masticaba chicle con rapidez y la boca abierta
— No, nos separamos — dije rápidamente recordando que le había mentido, y que ella no sabía con exactitud quién era yo, realmente. Fabiana puso su boca en o, por el asombro, y dejó de masticar chicle por un momento, en el que guardó silencio y yo dirigí mi mirada hacia otro lugar.
—!! QUEÉ!! ¿Qué sucedió? No, no, no me hagas saber que soy la culpable — dijo ella en seguida, y un escalofrío recorrió mi cuerpo, yo tenía frente a mí a la mujer que me había hecho daño sin saberlo, la mujer con la que Eduardo tenía sus encuentros pasionales, y sin embargo estaba ahí, como si nada de eso fuera parte de mi vida, como si no doliera, como si ya no pudiera sentir nada. Me quedé pensando en silencio