Pasaron las semanas, hasta que llegó el mes y no había señales de Lucas. No lo negaré, lo extrañaba y mucho, a medida que pasaba el tiempo más me daba cuenta del gran error que había cometido y de lo egoísta que había sido.
Decidí iniciar terapia, cosa que me ha ayudado mucho. La terapeuta Paula es un sol, me ha comprendido, pero también me ha hecho ver mis errores. No solo fui egoísta con Lucas sino también con las personas que me quieren.
Hoy decidí ir a la casa de los padres de Lucas. Sé que la señora Gloria extraña a su hijo, y bueno, todo es mi culpa.
—Daniela, qué sorpresa verte aquí —me sorprendí al ver que la señora Gloria no me recibió con tres piedras en la mano, al contrario, se mostró bastante cordial—. Ven, pasa.
—Gracias —entramos a la sala y me indica que me siente.
—¿Quieres café o té?
—Un café estará bien —esta le informa a su empleada y luego se sienta a mi lado.
—Me alegro que hayas venido —¿se alegra?
—Por mi culpa su hijo se fue —digo con la voz casi quebrada.
—Qu