De regreso a nuestro hogar, ninguno de los dos cabía de la felicidad. Nuestra noche de bodas fue una locura, y todavía recuerdo los besos, caricias y emociones que vivimos en esa pequeña habitación.
—¿Estás cansada? —pregunta Lucas mientras nos acomodamos en el jet.
—No pude dormir bien anoche —este me mira con una sonrisa cómplice.
—Ya podrás descansar un rato en el jet.
—Eso espero.
Cuando ya estamos en el aire, el piloto nos indica que podemos movernos dentro del jet. Aprovecho para pararme y estirar las piernas; los vuelos largos siempre hacen que se me acalambren.
—¿Todo bien?
—Sí, es solo que tengo las piernas acalambradas —este me observa de arriba abajo con su mirada depredadora.
—Te ves bellísima con ese vestido corto —se levanta y camina hacia mí. ¿Qué piensa hacer?— Te ayudaré —toma mi pierna derecha y comienza a darle masajes y leves caricias que estaban haciendo estragos en mi cuerpo. Su mano lentamente empezó a subir hasta adentrarse por mi vestido.
—Espera, ¿qué haces?