DANIELA
Las palabras de la señora Gloria me habían herido en el alma. Era cierto, Lucas y yo somos de mundos muy distintos. Él viene de una familia pudiente, mientras que yo soy una niña a la que dejaron abandonada en un orfanato. Él es rico y poderoso, mientras que yo solo intento ganarme la vida trabajando hasta casi explotarme.
Sentía cómo las lágrimas empezaban a recorrer mis mejillas. Solo quería irme, pero tenía el deber de quedarme para la dichosa reunión.
—Daniela, cariño, abre la puerta —era Lucas, pero no quería verlo.
—¡Vete! —le grité.
—Cariño, no prestes atención a lo que dijo mi madre. Nada de eso es cierto, tú y yo estaremos bien.
—Ella tiene razón en lo que dice —respondí con la voz quebrada.
—Nena, abre la puerta.
Dando un fuerte suspiro, abrí la puerta. Lucas, al verme, me tomó del brazo y me pegó a su pecho para luego rodearme con sus brazos fuertes.
—Aquí estoy, odio verte llorar.
—Me dolió lo que tu madre dijo, pero es una realidad.
—No digas eso. A mí no me impor