Capítulo Dos

Amelia siguió a Ethan en silencio hasta su despacho y entró justo después de que él le abriera la puerta.

Ethan indicó uno de los sillones para que Amelia se sentara, aún se sentía tensa por su primera y mala impresión de Alexander.

En cuanto se sentó, Amelia abrió la boca.

- Lo siento, señor Alderidge. Pero creo que no soy la persona más adecuada para este trabajo. - Ella lo miró fijamente, pero Ethan levantó rápidamente la mano para que ella lo escuchara.

- Sé que mi hermano es una persona muy difícil, Amelia. - replicó Ethan, y podía ver el agotamiento en su expresión-. - Pero antes de que te rindas, quiero que me escuches, ¿vale?

Amelia asintió.

- Alexander no siempre fue así. Era un hombre activo, que criaba la empresa él solo desde que murieron nuestros padres. Hace un año tuvo un accidente de coche con su difunta prometida. Por desgracia, Morgan estaba embarazada y ella y el bebé murieron en el accidente. - Ethan empezaba a contarlo.

- Estuvo tres meses en coma y llegamos a pensar que no volvería, pero cuando lo hizo, mi hermano quedó destrozado por la muerte de Morgan y desde entonces se ha aislado del mundo aquí. - dijo, cogiendo un marco de fotos del cajón del escritorio y mostrándoselo a Amelia. En ella estaban Ethan, Alexander completamente distinto a como era estos días, y una mujer rubia de sonrisa amable. Amelia no tardó en deducir que se trataba de Morgan.

- Se ha roto las dos piernas y tiene una lesión lumbar, pero creo Amelia, que el problema es mayor, que su psicología está destruida. Y por eso los accionistas lo apartaron de la presidencia y yo me hice cargo. - concluyó Ethan.

Amelia se dio cuenta de que el accidente no sólo había sacudido a Alexander, sino a toda la familia. Miró pensativamente a Ethan y, tras unos segundos de silencio, Amelia volvió a hablar.

- ¿Y por qué yo? Él mismo dijo que no tengo el perfil para cuidarlo. - Preguntó, aún confusa por todo aquello.

- Porque Alexander no necesita una enfermera que venga aquí a hacer su trabajo. Necesita un amigo. Y tú también. - replicó Ethan. - Te recomendó Benjamin Jones, tu hermano, ¿verdad? 

- Sí, fue él. - Ella asintió.

- Ben me dijo que necesitabas un trabajo y motivación. Y yo tengo esa motivación, Amelia. - Ethan sacó una carpeta de su cajón y la colocó sobre la mesa.

- La Fundación Alderidge tiene algunos proyectos que ofrecen ayuda económica a jóvenes estudiantes del campo de la tecnología. - empezó a explicar Ethan, y Amelia se preguntó a dónde quería llegar. - Pero también tenemos otros proyectos, entre ellos algunos vinculados a la Ivy League y a universidades de Europa. Benjamin me dijo que tu sueño era estudiar literatura en Europa, pero no lo conseguiste. 

Amelia vio cómo él abría la carpeta y revelaba lo que, según ella, eran contratos.

- Propongo a Amelia, con la empresa, pagar tus estudios. Cerraremos un contrato por un año de servicio, hasta que Alexander recupere sus movimientos y vuelva a estar en condiciones de hacerse cargo de la dirección de la empresa. - concluyó Ethan.

- ¿Cómo sabes eso? - preguntó ella, un poco mareada y agradecida de estar sentada.

- Tu hermano y yo somos buenos amigos, Amelia. Benjamin me habló de tu deseo de probar en la Universidad de Nueva York, así que te ofrezco algo mejor. Todos los gastos pagados para una nueva vida. Recibirás un bono para que puedas mantenerte por un tiempo y graduarte. Es una oferta estupenda, Amelia. - Ethan sonrió y comentó.

- En realidad es una oferta que no puedes rechazar. - Contestó ella.

- Sí, y quiero ayudar a la hermana de un amigo. - Contestó Ethan, sonriéndole amablemente.

Amelia trató de pensarlo bien, llevaba tanto tiempo sintiéndose tensa y sin rumbo que quizá esta vez, sólo esta vez, podría tener realmente un futuro propio, más allá de lo que siempre había sido guiado y planeado por otros.

- De acuerdo, acepto. - Contestó al cabo de unos minutos y Ethan no tardó en entregarle un bolígrafo para que firmara el contrato.

Pronto fue conducida a su habitación por el ama de llaves, donde habían depositado su maleta. Cogió su teléfono móvil y llamó a Benjamin, que contestó al segundo timbrazo.

- ¿Cómo te fue, Amy? ¿Conseguiste el trabajo? - preguntó Benjamin al otro lado de la línea.

- ¿Qué le dijiste, Benjamin? ¿Qué le has dicho? - preguntó ella, claramente preocupada.

- Sólo lo necesario, Amy. No te preocupes -respondió él, tratando de calmarla. - replicó él, tratando de calmarla.

Amy respiró hondo al otro lado de la línea. No quería que nadie supiera sus razones para dejar Charleston y acabar en Nueva York. Quería el deseo de una nueva vida, la esperanza.

Al cabo de unos segundos, Amelia volvió a hablar.

- Ben, gracias por todo. No sé qué habría hecho sin ti. - No tardó en responder, claramente agradecida. 

- Eres mi hermana, Amy. Siempre te ayudaré, aunque rechaces esa ayuda, niña orgullosa. - la regañó Benjamin.

Amelia sonrió al otro lado de la línea.

- Tengo que irme. Quiero darme una ducha y ver la casa. - Dijo ella.

- Vale, cualquier cosa, llámame, ¿vale? Te quiero, abejita. - Le oyó hablar con su tono de hermano mayor y cariñoso.

- Yo también te quiero, Ben. - susurró Amelia, colgando y dejando el móvil sobre la cama.

La mujer cogió su maleta, la colocó sobre la cama y la abrió. En cuanto empezó a guardar la ropa en el armario, oyó que el móvil volvía a sonar. Amelia se acercó a la cama y contestó.

- ¿Qué pasa, Ben?

Pero cuando oyó la voz al otro lado de la línea, se estremeció de pies a cabeza, sintiendo como si se le abriera un agujero delante de los pies.

- Hola, Amy. - Escuchó la voz gruesa y peligrosa. - ¿Cuánto tiempo creías que ibas a estar escondida?

Amelia jugueteó con el móvil, intentando apagarlo, pero pronto oyó la voz al otro lado.

- Te encontraré, Amelia. Puedes estar segura de ello y, cuando lo haga, acabaré contigo.

La llamada se cortó y Amelia tiró el móvil contra la pared, completamente aturdida por lo que acababa de oír.

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