Capítulo Sesenta y cinco

Cuando terminó de hablar, Amelia jadeaba, le ardía la cara y le pesaba el pecho.

Miró a los presentes, todos en silencio mientras asimilaban sus palabras sobre su dolor por el hijo que nunca volvería a sentir.

El profesor Brown la observaba atentamente, sus analíticos ojos azules fijos en los movimientos corporales de Amelia, en cómo su cuerpo temblaba ante las mismas palabras pronunciadas con tanta fiereza y llenas de rencor.

Cuando salió de la espiral, los demás alumnos que la rodeaban la observaron mientras se dirigía a la barra, donde divisó a Rose con una copa de vino en la mano.

- Toma. - Le ofreció la copa a Amy. - Tú lo necesitas más que yo.

Amelia no pestañeó mientras se bebía todo el líquido de un trago, y volvió a llenar el vaso.

- Tranquila, Amy. - le ordenó Rose, pero Amelia se sentía como si no hubiera bebido agua en años, con la garganta completamente seca.

Al cuarto vaso, por fin dejó de respirar mientras Rose la miraba confundida.

- ¿Te encuentras bien? - preguntó p
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