Capítulo Sesenta y seis

Cuando llegó a casa, intentó no hacer ruido para no despertar a nadie.

En silencio, subió al dormitorio donde Alexander ya dormía plácidamente en la cama, tan plácidamente que contuvo el nudo en la garganta para no llorar allí mismo.

Amelia entró en el cuarto de baño, quitándose toda la ropa y la chaqueta del profesor Brown, que aún la cubría. Cuando se la quitó, notó las marcas de sus dedos en los brazos y se negó a llorar. También tenía las rodillas magulladas por la caída cuando él la tiró al suelo.

Siempre lloraba.

Ya había llorado tanto ese año, había sido la víctima tantas veces que no podía permitirse serlo de nuevo.

No podía ser víctima de otro maltratador.

Al entrar en la cabina de ducha y dejar que el agua fría corriera por su cuerpo, Amelia se limpió toda la suciedad que aquel hombre le había causado. Entonces se fijó en su propia mano.

El anillo de casada ya no estaba en su dedo.

Había perdido el anillo que le había regalado Alexander.

Tenía que recuperarlo. Iba a ir al c
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