Ella era una mujer que había pasado los cuarenta años, sin mayores emociones. Salvo que un hijo de doce años pisando la adolescencia y un ex marido inútil e infiel se puedan considerar algo emocionante. Se siente vacía y agobiada por las rutinas, aferrada al cuidado de su retoño que, pronto, ya no la necesitará más. Una sensación que, más temprano que tarde, la obligará a dar un extraño giro a su vida. Santiago Esquivel lo tiene todo. Juventud, una empresa heredada, un cuerpo de gimnasio y la mujer que desee con sólo mirarla, casi siempre jovencitas en sus veinte años, que lo observan con complaciente adoración. Nada en su vida es más importante que su propio ego. Pero un día, descubrirá que ni su vida es tan perfecta, ni sus prioridades tan inamovibles, cuando Muriel, una madre divorciada, lo fuerce a ver el mundo de un modo completamente diferente.
Leer másMuriel se miró al espejo, descubriendo, con el mismo horror de cada mañana, que la vida no se parecía en lo absoluto a lo que había soñado a los veinte años.
Había cumplido cuarenta y un años, y odiaba con intensidad lo que el reflejo le mostraba.-Debería evitar mirarme cuando salgo de la ducha, esto es tan deprimente y frustrante…- se dijo a sí misma.Porque claro, desde hace tiempo, no hacía más que hablar sola, cuando tenía esos momentos de incómodo silencio en su cuarto de baño o su habitación.Sin embargo, la curiosidad casi morbosa de ver en su cuerpo los efectos del paso de los años, la obligó a quedarse allí de pie, antes de cubrirse con su vieja bata de baño.Su cabello castaño y en ondas, antes tan brillantes, se veía algo descuidado, dejando traslucir que desde hacía doce años, la prioridad no había sido más que su hijo, Joaquín, incipiente adolescente que a veces la adoraba y otras la detestaba.Típico.Un mechón de cabello gris, que se negaba a pintar, caía cerca de su frente.Lo miró con un suspiro, mientras le decía:-Tú te quedas. Eres mi recordatorio de lo que sufrí cuando Javier se fue…Porque ese mechón tenía exactamente cuatro años. El tiempo que hacía desde que su ex marido la había dejado.Para ser más precisos, el tiempo que hacía desde que ella le había pedido, hecha un mar de lágrimas, el divorcio.Sus ojos dorados podrían ser hermosos, si no fuera por las ojeras casi indisimulables.Pero su sonrisa perdida, y su cuerpo cuyas huellas la gravedad se había encargado de dejar bien notorias, la deprimía: la cicatriz de la cesárea, el vientre con algo de flacidez y unas cuantas estrías, los senos, que fueran su orgullo juvenil, ahora caídos.Caídos como su espíritu esta mañana.Salió del cuarto de baño y se dispuso a vestirse mientras miraba la hermosa foto enmarcada que descansaba sobre su mesa de noche.La había tomado su hermana en el último paseo en familia, hace cinco años.Cuando aún buscaba quedar nuevamente embarazada, sin resultados.Cuando aún creía en la familia perfecta y era, según ella, feliz junto a Javier.Cuando estaba tan enamorada que había sido ciega a las señales, a las decenas de banderas rojas que le decían que todo iba a quebrarse en menos de un año.Pero allí, en la fotografía, se veía feliz, con el dulce Joaquín, una copia exacta físicamente de su padre, un moreno seductor nato, pero con el carácter de ella."Menos mal", pensó con una sonrisa.Javier había dejado embarazada a su amante, una joven casi quince años menor que Muriel, y con la que tenía una relación paralela de muchos años. Ella nunca indagó en profundidad desde hace cuánto tiempo la engañaba.Ahora, ellos eran una aparente familia feliz, aunque Muriel era consciente de que esa imagen no era más que una falsa fachada.Javier era un inútil, vago, que no sólo no pagaba la cuota correspondiente a la manutención de Joaquín, si no que tampoco proveía a su actual esposa e hija, quienes sobrevivían en realidad gracias a sus suegros.Gracias a ellos tenían una casa de revista y vacaciones todos los años.Muriel había estudiado una carrera empresarial y era brillante, pero cuando se casó, decidió comenzar un emprendimiento desde casa para cuidar personalmente de su hijo.Se le daba bien la cocina, gracias a lo que había aprendido de su maravillosa abuela materna, así que, mientras criaba a su pequeño, hacía y vendía sus delicias dulces, a veces incluso cocinando para grandes eventos.El negocio prosperó, pero hacía algunos años que no le daba las ganancias suficientes.Y precisamente el día anterior había tomado la decisión de abandonar su proyecto, y buscar nuevamente un empleo en relación de dependencia, con un sueldo estable, pensando en los crecientes gastos de su hijo, y en su futuro.Porque ahora su trabajo les alcanzaba para vivir, pero no para ahorrar… ¿Qué haría cuando Joaquín necesitara ir a la universidad? ¿Y si él decidía estudiar en otra ciudad?Era hora de dar un paso en otra dirección.Una que odiaba, pero era necesaria.-No sería necesaria si Javier pagara lo que corresponde…- se dijo con amargura.Pero era inútil negar la realidad.Así que se vistió con un, para nada nuevo, traje de oficina de blazer y falda tubo, que le quedaba más ajustado en las caderas de lo que recordaba, de un aburrido color beige, y una camisa blanca cuyo botón central amenazaba con ceder pero disimuló con un collar largo con pequeñas piedras verde agua, su color favorito, que su hijo le había regalado para su último cumpleaños.Se maquilló sólo lo suficiente para ocultar sus ojeras, pero no su edad, y salió de casa para su entrevista en Esquivel Tech, mientras su hijo y su hermana, que se había quedado esos días de transición laboral con ella, para ayudarla con Joaquín, dormían aún.Era temprano.Tenía un largo viaje en autobús hasta la sede principal de la empresa.No albergaba grandes esperanzas, aferrada a su currículo con el corazón latiendo a mil kilómetros por hora.Una conocida de su época de estudios con la que se encontró en un acto escolar, había trabajado con Eduardo Esquivel, y le consiguió una entrevista.Era para un puesto de secretaria, para el que estaba claramente sobrecalificada, pero no le importaba.Sólo necesitaba una oportunidad, aunque tuviera la formación e inteligencia para dirigir toda una empresa.Sólo necesitaba trabajar, y ofrecerle a su hijo un futuro mejor.Y, por qué no, demostrarle al pequeño y también a sí misma, que podía ser más que una mamá y ama de casa.Aunque, al llegar a Esquivel Tech, su esperanza se borró.A su lado, una docena de jovencitas, de manicura impecable, maquillaje de modelo y ropa nueva y colorida, se disputaban el puesto de secretaria y cuchicheaban entre ellas.La joven de la recepción no ocultó su desagrado al mirarla de arriba a abajo, deteniéndose en su mechón gris y luego en sus manos de uñas cortas.Hasta hace unos días, Muriel había sido prácticamente una cocinera, y sus manos lo evidenciaban.Pronto fue notorio para Muriel que no tenía oportunidad contra esas mujeres veinte años menores que ella, con los senos aún en su sitio y la piel inmaculada.Recordó su imagen en el espejo y se sintió un despojo.Menos que eso.Su autoestima nunca había sido la gran cosa, pero se terminó de dañar luego de la infidelidad.Era incapaz de ver que, realmente, era una mujer trabajadora, inteligente, fuerte y hermosa, de rasgos dulces y a la misma vez decididos, con labios redondeados y una nariz respingada y perfecta.Y unos ojos almendrados que se llenaban de luces doradas al pensar en su hijo.Estaba por ponerse de pie e irse de allí, pensando en cómo se excusaría con su conocida de la universidad por no asistir a la entrevista, cuando escuchó su nombre:-Señorita Márquez, el señor Esquivel la recibirá ahora.Muriel tragó saliva con fuerza, apretó su currículo y entró a la enorme oficina.La pequeña correteaba entre los juegos del patio, indiferente al delicado vestido que su madre le había puesto para la fiesta de su cuarto cumpleaños.Enterraba sus manitos en la arena, ensuciaba sus zapatitos en el césped, y vigilaba con detenimiento el pastel de arcoiris sobre la mesa, mientras su padre observaba su lacio cabello castaño y el brillo de picardía infantil en sus ojos verdes. Le habían asignado la imposible tarea de vigilar que no se desarreglara antes de la llegada de los invitados, pero para él no había mayor placer que verla divertirse, aunque su apariencia de princesa de cuento se transformara en la de una pequeña criatura salvaje.Cuando el último moño le caía de la cabeza, su hermano salió al jardín y no pudo contener la risa.-Cuando mamá la vea te matará, Santi. Le tomó mucho tiempo arreglarla…El hombre sonrió.-Evitar que haga desastres parece que no está en mi naturaleza, Jay. Su madre ya lo sabe, creo que me asignó esa tarea sólo para que la deje cocinar e
Los días se detuvieron de golpe.Pasaban en lentas horas que incrementaban su angustia.Festejaban cada gramo ganado y sufrían en cada pitido de alarma de los monitores. Desde el día del parto, Santiago se había negado a ver o hablar con sus padres.Tanto él como Muriel parecían sombras errantes, orbitando la sala de neonatología y esperando con una paciencia que no tenían.El rostro de los doctores era como una máscara indescifrable, pero las enfermeras, amorosas y compadecidas, les decían que tuvieran esperanzas. Ellas eran testigos de dolores y de milagros. Y ellos se aferraban a esa fe. Hablaban con su pequeña Isabella para que sintiera su presencia, y cuando por fin los dejaron apoyarla en su pecho, con mucho cuidado, sintieron que tocaban el cielo con las manos.Día tras día, noche tras noche, esperaron.Hasta que, una tarde, todo cambió.-Su pequeña está fuera de peligro. Si todo sigue así, en una semana más, podría recibir el alta médica.Y esta vez, las lágrimas fueron de f
Santiago recibió la llamada de Edith en medio de una reunión en la que también estaba su padre quien, pese a su intención de retirarse del negocio, aún se presentaba al trabajo en ocasiones importantes.Poco pudo comprender de las palabras de angustia de la empleada fiel, excepto que su hija nacería antes de tiempo, que su madre había irrumpido en la casa y algo que no entendió sobre unas fotos.Se despidió rápidamente con una excusa, y condujo como impulsado por un par de cohetes, hasta el hospital donde lo esperaba el ama de llaves conversando con el doctor.La mirada del galeno lo preocupó de inmediato.-Llegué tan pronto como pude, doctor. ¿Está todo bien?El hombre suspiró y negó levemente con la cabeza. Santiago sintió que el corazón se le detenía.-Su hija se adelantó más de lo esperado. Tan solo una semana más y sus posibilidades habrían sido mucho mejores… Sin embargo, no debemos perder las esperanzas. En este momento está en incubadora y la atenderán los mejores especialista
En pocas semanas, Muriel había recuperado su color, su embarazo avanzaba maravillosamente y la convivencia era perfecta. Santiago la cuidaba mucho, pero el reposo seguía siendo absoluto, al punto que el obstetra directamente la visitaba en la mansión, ocultando a duras penas la sorpresa de encontrarla precisamente allí, junto al famoso empresario. Lo único difícil de sobrellevar era tener que mantener la distancia en la cama, pero ambos tenían suficiente paciencia y cuando los movimientos de su hija se hicieron más perceptibles y notorios, estaban tan fascinados y él estaba tan visiblemente feliz, que el hecho de que se desearan tanto, solía quedar en segundo plano.Cada fin de semana, sin falta, Sabrina los visitaba. Aún parecía tener algo de reticencia respecto a la inusual relación de su hermana mayor, y sus prejuicios seguían siendo fuertes. Pero disfrutaba verla feliz luego de tantos años sufriendo. Además, había conocido un joven en su trabajo con el que parecía estar comenzan
Santiago suspiró y puso los ojos en blanco. Luego se dirigió al ama de llaves.-Está bien, Edith. Quédate atenta a la señorita Márquez y lo que necesite. Yo me encargo de esto. Mamá, papá, síganme a la sala. Hablaremos…Sandra lanzó una mirada furiosa a la otra mujer y, casi arrastrando del brazo a su marido, siguió a su hijo.Una vez que los tres se sentaron, el joven sonrió.-Quería esperar un poco más de tiempo antes de hablar con ustedes, porque prefería evitar este tipo de situaciones. Pero supongo que, conociéndote, mamá, eso era imposible…La mujer se mostró indignada.-¡No puedes pretender que me quede de brazos cruzados mientras desperdicias tu vida con una zorra vieja! Apenas es unos años más joven que yo… ¡es una locura!Él suspiró y se giró hacia su padre.-No he descuidado mi trabajo, papá. Creí que al menos tú lo entenderías…-¡Lo entiendo! Pero, tu madre…-Sí. Lo sé. Siempre ha sido igual…Sandra se enojó.-¡No te creas mejor que tu padre! Esta locura demuestra que eres
Cuando Muriel abrió los ojos, tuvo esa inevitable sensación de "dejá vu".Una habitación blanca, y unos inconfundibles ojos verdes fijos en ella.A su lado, su retoño, cuya sonrisa aliviada le devolvió el alma al cuerpo.Con dificultad, balbuceó:-¿Qué… qué pasó?...Joaquín habló:-Santi y yo te encontramos desmayada en casa, en tu habitación… Dicen los médicos que estás bien… el bebé también. Pero tendrás que hacer reposo absoluto.Muriel sonrió.-Una madre no puede hacer reposo absoluto, cariño. Debo volver al trabajo… Estaré bien…Santiago la observó allí recostada, con ese vientre redondeado que ya era hermoso y notorio, e intervino:-Lo siento, Muriel, pero los médicos fueron tajantes. Absoluto. No puedes ni batir un huevo, o perderás tu embarazo e incluso tú podrías morir. No correré ese riesgo. Tú, Joaquín y mi hijo, se vienen a casa. Edith ya está preparando todo.Los ojos de Muriel se abrieron como platos. -¿Tu hijo? ¿Cómo?... ¡Joaquín!El joven se encogió de hombros.-Perdó
Último capítulo