Capítulo 62. Te extrañé tanto...

Los días se detuvieron de golpe.

Pasaban en lentas horas que incrementaban su angustia.

Festejaban cada gramo ganado y sufrían en cada pitido de alarma de los monitores.

Desde el día del parto, Santiago se había negado a ver o hablar con sus padres.

Tanto él como Muriel parecían sombras errantes, orbitando la sala de neonatología y esperando con una paciencia que no tenían.

El rostro de los doctores era como una máscara indescifrable, pero las enfermeras, amorosas y compadecidas, les decían que tuvieran esperanzas. Ellas eran testigos de dolores y de milagros.

Y ellos se aferraban a esa fe. Hablaban con su pequeña Isabella para que sintiera su presencia, y cuando por fin los dejaron apoyarla en su pecho, con mucho cuidado, sintieron que tocaban el cielo con las manos.

Día tras día, noche tras noche, esperaron.

Hasta que, una tarde, todo cambió.

-Su pequeña está fuera de peligro. Si todo sigue así, en una semana más, podría recibir el alta médica.

Y esta vez, las lágrimas fueron de f
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