Había pasado poco más de un mes desde que Dylan y Luciana habían oficializado su relación. La prensa no dejaba de hablar de ellos, y era común ver titulares sobre lo enamorados y cómplices que parecían en cada evento al que asistían.
Sin embargo, mientras el mundo exterior celebraba su unión, en los círculos más privados —especialmente entre los Richard— empezaban a aparecer ciertas tensiones. La familia de Dylan, particularmente su madre, Victoria, no era de las que se quedaban de brazos cruzados esperando.
Victoria había observado con atención el paso de las semanas, notando que, pese a todo el revuelo mediático, ni Dylan ni Luciana parecían tener intenciones inmediatas de fijar una fecha para la ansiada fiesta de compromiso. Algo que para una mujer como ella, acostumbrada a controlar cada aspecto social de su familia, era simplemente inaceptable.
Así que, decidida a intervenir de manera elegante —o al menos a su manera—, Victoria se puso en contacto con uno de los asistentes de