La mañana avanzaba rápido y Dylan, aún con su atuendo más casual —unos vaqueros oscuros y una camisa blanca remangada—, lucía más atractivo que nunca, pero también más nervioso. La junta de proyecto estaba por comenzar y, aunque había pedido un cambio de ropa, aún no había llegado. Así que decidió asistir tal cual.
Luciana, impecable como siempre a pesar de la noche agitada que habían tenido, se mantenía a su lado revisando documentos y preparando las últimas notas para la presentación.
Cuando entraron a la sala de reuniones, todos los presentes se giraron para mirarlos. No solo por la inusual imagen de su jefe vestido de manera informal, sino también por la evidente complicidad que destilaban. Una complicidad que no pasaba desapercibida para nadie... ni para ciertos oportunistas.
Uno de los nuevos socios, Andrés Moretti, un hombre joven, apuesto y carismático, no tardó en acercarse a Luciana. Fue exageradamente amable, sosteniéndole la silla para que se sentara, sonriéndole de man