Un mes había pasado desde que Avy y Marcus recibieron la noticia que les cambió la vida: estaban esperando un bebé. La emoción y el nerviosismo llenaban los días de la pareja, y cada noche, antes de dormir, Marcus acariciaba con ternura el vientre de Avy mientras ambos soñaban con el futuro que les esperaba. Sin embargo, aquel día era especial. Habían programado su primera visita al médico para el control prenatal, y Max, estaba más emocionado que nunca.
-¡No puedo esperar, mami! -exclamó Max, dando pequeños saltos en la sala mientras Avy intentaba atarle los zapatos-. ¿Crees que ya podrán decirme si voy a tener una hermanita?
Avy sonrió, aunque su paciencia empezaba a agotarse por el entusiasmo incontrolable del pequeño.
-Todavía es muy pronto, amor -respondió ella, colocándole con cuidado el último zapato-. Pero podremos escuchar su corazón.
Max abrió los ojos como platos.
-¿De verdad? ¿Podré escuchar su corazón latiendo?
-Claro que sí -intervino Marcus desde la puerta, sosteniendo