Al regresar a la cabaña, el crepitar del fuego los recibió con un calor reconfortante. La luz anaranjada de las llamas iluminaba el espacio, proyectando sombras danzantes en las paredes de madera. Marcus cerró la puerta detrás de ellos y se giró hacia Avy, quien lo miraba con una sonrisa suave, sus ojos llenos de gratitud y amor.
-Esta noche ha sido perfecta -dijo ella, con un susurro cargado de emoción -Todo lo que has hecho por mí, Marcus... no tengo palabras.
Él se acercó despacio, tomándola de la mano con delicadeza.
-No tienes que decir nada, Avy. Eres mi mundo, mi todo. Lo que quiero es verte feliz, siempre. Gracias por ser mi compañera, por estar conmigo en las buenas y en las malas.
-Y gracias a ti -respondió ella, con lágrimas brillando en sus ojos -por recordarme lo hermoso que es este amor que compartimos.
Se miraron en silencio, inmersos en la profundidad de los sentimientos que compartían. Pero esta vez, las palabras no bastaban para expresar todo lo que sentían. Marcus a