El hospital olía a desinfectante y quietud. El sol de la tarde se filtraba tímidamente a través de las ventanas altas, proyectando sombras alargadas en las paredes blancas. Tarkovski llegó con paso firme, pero en su rostro había una mezcla de preocupación y determinación. No era común verlo así; siempre proyectaba una imagen imponente, casi imperturbable, pero aquel día algo en su expresión delataba la profundidad de sus emociones.
Al llegar a la sala donde Eliezer y Marcus lo esperaban, les dedicó una mirada grave, asintiendo apenas. Alfonso y Manuel, los padres de ambos, se unieron a la conversación, formando un pequeño círculo cargado de tensión. Tarkovski los observó un momento en silencio, como si necesitara reunir las palabras correctas antes de hablar. Finalmente, respiró hondo y rompió el mutismo.-¿Cómo está, Avy? -preguntó, su voz grave y directa, pero teñida de una sutil preocupación.Eliezer fue el primero en responder, con los ojos enrojecidos