Capítulo 26: Miedos

Gala

Me quedé sentada en la cama, abrazándome las piernas, con la frente hundida en las rodillas.

Todavía olía a desinfectante y a la camiseta de Guille que me había prestado. Era grande, me cubría hasta medio muslo, y sin embargo no me daba la seguridad que yo esperaba.

Todo lo que había pasado en la mansión seguía ahí, martillando en mi cabeza: el golpe de Héctor, las miradas horrorizadas, la voz de mi padre, mientras bramaba mi nombre.

Las lágrimas seguían bajando sin permiso. Me las limpiaba con el dorso de la mano, una y otra vez, pero no servía de nada.

Tenía la cara hinchada, la mejilla sensible y el labio ardiendo. Lo peor era el silencio a mi alrededor.

Giré la cabeza hacia el lado derecho de la cama. Vacío. La almohada intacta, fría. El lugar donde debería estar Guille.

Sentí un nudo en la garganta. ¿Por qué no estaba conmigo? ¿Por qué no se quedó a mi lado, aunque fuera solo para abrazarme?

Cerré los ojos fuerte, intentando convencerme de que lo entendía: él estaba enoj
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