Capítulo 22: La fiesta

Guille

El mensaje de Gala me dejó helado.

No puedo. Ni una explicación más, ni un guiño de tranquilidad. Solo esas palabras que me sonaron a cadenas, a una puerta cerrándose en mis narices.

La llamé de inmediato, pero no atendió. Volví a marcar, una y otra vez, hasta que la contestadora automática se activó. Y de pronto, silencio: el teléfono estaba apagado.

Me quedé con el celular en la mano, el corazón golpeándome las costillas. Algo estaba mal. Lo sentía en la piel, en el estómago, en cada fibra de mi ser.

No dudé. Agarré las llaves y salí disparado a la calle. La moto rugió bajo mí, el viento me golpeó la cara mientras iba directo al apartamento de sus amigos. Si no podía encontrarla, al menos ellos sabrían algo.

Pero al llegar, encontré la puerta del edificio cerrada. Miré arriba, pero las luces de los apartamentos estaban apagadas. Toqué, llamé, golpeé hasta que me dolieron los nudillos, pero nadie respondió.

Me apoyé contra la pared, con el pulso desbocado. Estaba solo en la
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