2.18. Lamento cómo actué ayer.
Lía ingresó a la cocina, su estómago atado en nudos por la tensión de lo que podría decirle a su hijo, Ian, tras el conflicto del día anterior.

Sin embargo, cuando sus ojos se encontraron, Ian sonrió y la saludó amablemente.

—Buenos días, mamá. —dijo él con suavidad—, deberías comer algo nutritivo, es importante para ti y para el bebé.

Algo en su sonrisa calmó a Lía, permitiéndole bajar las defensas y sentarse frente a él. Su mirada recorrió brevemente su rostro antes de responder.

—Buenos días, Ian. —respondió ella, su voz suave y apaciguadora, aunque los vestigios de su ansiedad todavía eran palpables—, creo que tienes razón. Es importante cuidarnos a ambos.

Aunque ambos se sentían confundidos, lograron mantener la charla tranquila y amistosa. Eso les ayudó a que, después, pudieran pedirse perdón y hablar de lo que sentían con más facilidad.

—Ian, yo... —empezó a hablar Lía—, lamento cómo actué ayer. Fui dura y te grité. No fue justo para ti, y me siento terrible como madre al haber
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