Lia es una chica curvi con el corazon roto tras la ruptura de su última relación. Ella está a la espera de que la asciendan en la empresa de electrónica en la que trabaja como becaria, cuándo recibe una oferta inesperada de Evan, uno de los dueños de la compañía. Evan quiere un matrimonio arreglado que a él le ayudará a verse como un hombre íntegro, y no como el mujeriego, superficial que todos creen que es, casarse con una mujer como lo es Lia le hará quedar bien ante los directivos. Por su parte Lia obtendrá y gozará de compensaciones económicas, además de salvarla de la vergüenza de haber sido engañada y dejada por su ex el cual está a punto de casarse. ¿Aceptará Lia el trato? ¿Terminarán Evan y Lia cautivos de su propio contrato?
Leer másLia sabía que no podía aspirar a mucho, toda la vida se lo habían dicho, y lo cierto era, que en el fondo estaba de acuerdo con quienes opinaban así, ella debía aceptar lo que la vida quisiera darle porque no tenía derecho a más, por una simple razón, no era como las demás chicas, no era una mujer hermosa que se mereciera que los hombres le fueran detrás, le sobraban cerca de veinte quilos ¿Qué decía hermosa? Ni siquiera le quedaba bien el maldito vestido que se estaba probando.
Se miraba en el espejo del probador, con aquel vestido que mostraba demasiado sus pechos, tanto que parecía que le iban a estallar y aunque no le marcaba la tripa, porque iba suelto desde la parte más alta de la cintura, se veía enorme. ¿A quién se le había ocurrido la genial idea de que ir de compras la animaría? Si ella se ponía lo primero que encontraba en el armario y solo iba a comprarse ropa cuando la que tenía se rompía y le hacía falta ropa nueva. Pero era práctica, con que le cupiera y no marcara demasiado sus complejos, ya le servía.—¿Tengo que obligarte a salir o lo harás por propia voluntad?— preguntó Charlie, el culpable, de que ella se estuviera probando aquella prenda de ropa que en su vida se pondría por voluntad propia. Suspiró acomodándose mejor los pechos para que no se le salieran y abrió la cortina del probador observando a su primo con fastidio.— ¡Estás perfecta!— silbó, la tomó del antebrazo y la obligó a caminar hacia él un par de pasos antes de hacerla voltear y observarse en el espejo de fuera — ¿Lo ves? Preciosa.— Si tú lo dices — sabía que Charlie la quería mucho y la veía con los ojos de ese amor fraternal que los había unido desde pequeños, porque más que primos, ellos se habían criado como hermanos.— No lo digo yo, es la realidad, eres una mujer hermosa.— aseguró recogiendole el cabello y hechandoselo a un lado para liberar su cuello — Y no solo eso, vas a conseguir ese ascenso porque tu aplicación es alucinante, eres una mujer tan hermosa como inteligente y nunca pienses ni dejes que nadie te diga lo contrario — Charlie se apartó de ella y caminó hasta el otro lado tomando un blazer de color crema que combinaba con el vestido marrón que llevaba puesto — lo ves, perfecta para la entrevista.— ¿No puede ser negra? los colores claros me hacen aún más gorda.— No, los colores claros te dan más luz a la cara, tienes que dejar de vestir de negro te hace mayor.Ella no lo veía así, solo se veía enorme, que decía enorme, casi ni cabía en el maldito espejo en el que él la estaba obligado a verse.Tal vez por eso entendía lo que había pasado con Max, ¿Quién en su sano juicio estaría tanto tiempo con ella sin cansarse?Max había sido su mejor amigo desde que entró en la universidad y terminó siendo su novio los dos últimos años, cuando lo conoció le parecía el chico más guapo con el que jamás había hablado, le parecía estúpido que alguien como él se fijara en ella, pero por alguna razón siempre expresó su intención de tener mucho más que una amistad, luchó contra sus complejos y su miedo hasta que por fin un día aceptó. Podía decir que había sido feliz a su lado. Él la trataba bien, la comprendía, incluso salía con ella sin avergonzarse por su aspecto, la presentaba a sus amigos y la hacía sentirse realmente bella, pero tras dos años de noviazgo pasó lo inevitable.Max conoció a una chica mucho más guapa que ella, por supuesto delgada, y poco tardó en abandonarla sin mirar atrás. Si no recordaba mal, en ese instante estaban de viaje por las Maldivas. Las Maldivas, a ella jamás la había llevado más lejos de ese hotel en el campo cuando cumplieron los dos años de noviazgo.Y lo entendía, había chicas a las que uno podía llevar a las Maldivas y otras a las que se las llevaba a una casa de campo. Igualmente ella tampoco habría quedado bien en esas fotos en bañador que los dos se habían hecho en la playa, ideales el uno para la otra, parecían el Ken y la Barbie en un comercial de esos que salen tanto en televisión cuando se acerca navidad.Suspiró observándose y sonrió con pesar negando levemente con la cabeza, no fue ese tipo de sonrisa que una dibujaba en su rostro cuando estaba feliz, no, la sonrisa de Lia era de esas que se usaban para disimular la tristeza, para evitar que se compadecieran de ella. Caminó hasta el probador y tomó su bolso, gracias a que llevaba casi todo su día libre fuera, no había cotilleado el I*******m de Max y tenía la insana necesidad de ver si seguía siendo la felicidad en persona junto a esa novia perfecta que se había echado, y pensar que tres meses atrás ella era su novia.— ¿Qué haces? Nada de teléfono por hoy. — Charlie apareció por detrás y le quitó el móvil rápidamente — Sabes que odio que estés viendo lo que hace el imbécil de tu ex, de hecho deberías bloquearlo y no ver nunca más ese perfil.—Devuélveme mi teléfono — Exigió ella fulminandolo con la mirada por lo que acababa de hacer, era cierto que le decía a menudo que debía pasar página, pero su comportamiento era demasiado extraño, mucho pensando en que la despertó pronto por la mañana. La invitó a desayunar en su cafetería favorita, luego la llevó de compras y ahora esto —¿Qué es lo que no quieres que vea?— ¿Yo? Nada —La culpabilidad en los ojos de su primo lo delató, lo conocía demasiado bien como para no darse cuenta de que ocultaba algo, por mucho que él negara intentando que le creyera, su mirada lo delataba.— Devuélveme mi teléfono móvil Charlie, ahora — exigió extendiendo la mano y él le dedicó una expresión resignada mientras hacía lo que le pedía — Gracias, ahora voy a ver qué me escondes.Charlie suspiró resignado y esperando por lo inevitable mientras ella abría el I*******m y buscaba rápidamente el perfil de Max ¿Qué debía ser tan horrible para que no quisiera que ni siquiera se enterara?Un escalofrío le subió por la espalda en el momento en que vio ese anillo de brillantes en primer plano puesto en unos dedos delicados y largos, ella hasta los dedos los tenía gordos y la perfecta novia de su ex parecía un jodida pianista¿Tenía algún defecto? O también cagaba flores, tal vez ni siquiera cagaba, las muñecas no lo hacen.— ¿Va a casarse?— Lía levantó la mirada con los ojos llorosos buscando la confirmación de su primo — pero si solo hace tres meses que rompimos…— aseguró buscando una explicación en el rostro de Charlie que obviamente este no tenía, solo encontró esa cara de lástima que tanto odiaba ver en sus allegados.— Vamos, devuélveme el teléfono y sigamos divirtiéndonos en nuestro día libre… no hace falta que te tortures más, el tipo es un imbécil.— Por alguna razón tenía demasiada prisa en que no siguiera viendo ¿Es que había más? ¿Qué podría ser peor que aquello que acababa de descubrir?— No me estoy divirtiendo, sabes que odio ir de compras, que nada me queda bien y eso cuando encuentro ropa que me entra — debía leer la reseña y eso hizo, el muy hijo de su santa madre, pero cabrón como él solo, aseguraba que habían sido los mejores seis meses de su vida, seis — ¡Seis meses! Pero si solo hace tres que terminó conmigo.Si ya era doloroso saber que la habían sustituido, enterarse de que había sido engañada los tres últimos meses de su relación, sin duda, era lo más doloroso que había experimentado de toda esa ruptura, sobre todo porque no entendía cómo no se había dado cuenta o tal vez sí, estuvo muy ocupada desarrollando su aplicación para su trabajo de final de carrera, era su culpa por dejarlo desatendido.Los ojos empezaron a dolerle a causa del esfuerzo ejercido para no llorar, pero fue inevitable que varias lágrimas resbalaran por sus mejillas a pesar de su intento por contenerlas.—Lia guarda el teléfono…— insistió Charlie al verla en ese estado.— Tú lo sabías, por eso llevas toda la m*****a mañana intentando distraerme, ¿Qué creías que no me enteraría? ¿No habría sido más fácil contármelo?— se sentía terriblemente traicionada, si, tal vez, tenía buena intención, pero ella no era una niña a la que debía proteger, era una persona adulta, tenía 23 años, una carrera como desarrolladora informática y un trabajo de becaria en una de las mejores multinacionales dedicadas al desarrollo de aplicaciones y programas y un posible ascenso a la vuelta de la esquina.— No lo sé, solo quería evitar verte sufrir — confesó con esa expresión que tienen los cachorros cuando han roto algo y los han descubierto— Él no merece que sufras por su causa, no merece nada de ti Lia, siempre te dije que era un imbécil que escondía más de lo que mostraba.— Claro Charlie, este es el momento perfecto para decir te lo dije.Se metió en el probador y se quitó la ropa que el idiota que la acompañaba le había obligado a probarse para luego ponerse su propia ropa, salió sin tan siquiera dirigirle una mirada a su primo y dejó la ropa en el mostrador de la dependienta que se dedicaba a doblarla y volver a ponerla en su lugar.— Vamos Lía, cómprala, no tienes algo decente para tu entrevista de mañana.— Tengo mucha ropa negra de esa que odias tanto, es elegante, sirve para todo y me queda bien.Él resopló y le quitó el vestido y el blazer a la dependienta de las manos, estaba decidido a llevársela, si no la compraba ella lo haría él.Max, con una pistola en la mano, miró fríamente a Lía y le indicó que respondiera. Lía, temblando y con lágrimas en los ojos, tomó el teléfono — Evan —dijo Lía incapaz de no llorar al escucharlo. —Lía, ¿estás bien? ¿Dónde estás?— preguntó Evan rápidamente, nervioso al escucharla en ese estado, si hubiera tenido a los secuestradores delante él mismo los habría matado con sus propias manos.Lía no podía decirle la verdad, no con Max apuntándola con una pistola. Las palabras se le atascaron en la garganta, y apenas pudo hablar con un hilo de voz.—Michael, te echo tanto de menos. Te pienso mucho...Max se acercó al teléfono, activando un dispositivo para distorsionar su voz. —Anderson, no pierdas tu tiempo yendo a la policía —dijo con frialdad—. No te servirá de nada. Si realmente quieres recuperar a tu esposa, paga.Evan, del otro lado de la línea, apretó los puños, era incapaz de escuchar a su esposa llorar y no poder estar con ella, se sentía impotente.—¿Qué quieres? Solo dime can
Evan estaba frente a un detective, sentados en lados opuestos de una mesa metálica en una sala de interrogatorios austera. El detective era un hombre de mediana edad con una mirada penetrante que desviaba de unos papeles a Evan.—Señor Anderson, necesito preguntarle algo que podría ser muy importante para nuestra investigación —comenzó a hablar el detective — He estado buscando información de su esposa, pero parece que sus archivos están protegidos por el gobierno de los estados unidos, ¿Hay alguna razón para que no pueda acceder a ellos?—Entiendo por qué tiene que preguntar eso. — Dijo Evan suspirando —La verdad es que Lía y yo hemos vivido tranquilos los últimos años. Pero no siempre fue así.El detective inclinó ligeramente la cabeza, indicando a Evan que continuara.—Hace tiempo, antes de que Lía y yo nos casáramos, ella estaba en una situación peligrosa. Lía fue testigo del asesinato de sus padres a muy temprana edad... algo que la puso en peligro, ya que dicho asesino era el lí
Evan corrió hacia la sala de emergencias, donde Ian y Alessandra estaban siendo atendidos. Al ver a su hijo, su alivio se transformó en una ola de emociones.—¡Ian! —exclamó Evan, precipitándose hacia él. Ian estaba sentado en una camilla, con vendajes pero consciente.—Ian, ¿estás bien? —preguntó Evan, inspeccionando a su hijo por cualquier signo de lesión grave.—Estoy bien, papá. Sólo unos rasguños y moretones —respondió Ian, intentando ofrecer una sonrisa calmada.Evan se volvió hacia Alessandra, que estaba sentada al lado de Ian. —Y tú, Alessandra, ¿cómo estás?—Un poco asustada, pero ya estamos a salvo.Evan les abrazó a ambos, sintiendo un inmenso agradecimiento por tenerlos a salvo. El miedo y la preocupación que había sentido en el camino al hospital comenzaban a disiparse, siendo reemplazados por un profundo agradecimiento.—No saben cuánto me alegra verlos a salvo —dijo Evan, su voz cargada de emoción.—Papá, ¿dónde está mamá? ¿Vino contigo? —preguntó Ian, mirando a su alr
Las aguas tumultuosas de Santorini se habían calmado tras la tormenta, dejando a Ian y Alessandra a la deriva en un mar sereno pero implacable. Agotados, sostenían un trozo de madera del naufragado yate, salvavidas en medio del inmenso mar Egeo.—Alessandra, ¿estás bien? —preguntó Ian, con voz ronca por la sal y el esfuerzo.—Sí, pero estoy cansada, Ian —respondió ella, tratando de mantenerse despierta y alerta.De repente, en la distancia, se oyó el sonido de un motor. Los ojos de Ian se iluminaron con un atisbo de esperanza. —¡Allí! ¡Es un barco! —gritó, agitando sus brazos con todas sus fuerzas.A medida que el sonido del motor se acercaba, pudieron distinguir la distintiva figura de un barco de guardacostas. La embarcación, pintada de un blanco brillante con franjas azules y rojas, se acercaba rápidamente a ellos.—¡Aquí! ¡Estamos aquí! —gritaba Alessandra, su voz llevando un tono de urgencia y alivio.El barco de guardacostas disminuyó la velocidad al acercarse, y un guardacostas
El pánico se había apoderado de Ian, pero sabía que su prioridad era mantener a Alessandra y a él mismo con vida. Nadó lejos del yate para evitar que los arrastrara hacia abajo mientras se hundía.Por más absurdo que pareciera su pensamiento, no pudo evitar reír poco después cuando la tormenta se disipó, revelando un cielo estrellado. Ian flotaba en una tabla, mientras Alessandra se encontraba sobre una puerta del yate que habían encontrado a pocos metros de ellos después del naufragio.—Dime, Alessandra, ¿me veo tan bien como DiCaprio en el Titanic? —bromeó Ian con los brazos apoyados en la tabla mientras observaba a la joven.La temperatura del agua del mar era relativamente cálida y agradable. A pesar de las circunstancias, Ian no podía evitar sentirse feliz de estar allí con ella, recreando una de las escenas icónicas de la pantalla grande que sabía que le encantaba.—Sabes, no estoy seguro si este es el momento adecuado, y sinceramente, no me importa, pero siempre he querido deci
Por supuesto que a Alessandra no le gustaba el chico que se había acercado a ella. Lo que realmente había disfrutado era la evidente reacción celosa de Ian.Sin embargo, los celos habían venido acompañados de una insinuación que le molestó profundamente, especialmente por la forma en que Ian se había alejado de su lado.Por su parte, Ian se encontraba extremadamente furioso, no con Alessandra, sino consigo mismo, por no tener el coraje de decirle que no sonriera a otros como lo hacía con él y, sobre todo, por no tener el valor para pedirle que fuera su novia."¡Tonto, tonto! ¡Eso es lo que eres, Ian!" se recriminaba mientras subía al lujoso yate donde supuestamente pasarían el resto de la tarde con el grupo.En algún momento, Ian había perdido de vista a Alessandra. La sola idea de que pudiera estar todavía en el puerto con ese tal Nicolás lo llenó de ansiedad, impulsándolo a bajar rápidamente en busca de ella. Alessandra, por su parte, había seguido a Ian al yate. Sin embargo, se hab
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