2.27 No puedes morir.
Lia no pudo evitar sentir un alivio indescriptible al escuchar la voz de Evan rugir su nombre entre el caos.
—¡Aquí estoy, amor! ¡Evan, aquí estoy! —gritó desesperada, forcejeando contra las cadenas que la sujetaban aunque sabía que era inútil.
En su vientre, el pequeño que aún no conocía pareció moverse con fuerza, como si también respondiera a la presencia de su padre. Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas, no de miedo, sino de esperanza.
—Todo saldrá bien, mi pequeño… papi está aquí para salvarnos.
Max, que había salido segundos antes con una sonrisa enferma, se detuvo en seco al escuchar los gritos. La sangre le subió de golpe a la cabeza. El maldito Evan Anderson volvía a arrebatarle lo que él creía suyo.
Sus pensamientos eran un torbellino. Se había convencido de que, si recuperaba a Lia, recuperaría también el prestigio y la vida que había perdido. Olvidaba convenientemente que fue él quien la abandonó tiempo atrás por otra mujer más delgada, de “mejor apariencia” según s