La llamada de aquel hombre había sido el último empujón que Evan necesitaba para salir a buscar a Lia. Sabía que no podía hacerlo solo. Quería matar a Max, arrancarle la vida con sus propias manos, pero para lograrlo debía mostrarse ante la justicia como un esposo preocupado y colaborador.
Jamás debió dejarlo escapar. Ese error lo perseguía día y noche, y estaba decidido a corregirlo. Si lo hubiera hecho en su momento, Lia estaría a salvo ahora, con él y con su hijo. Pero en vez de eso, había tenido que aparentar calma frente al detective, actuar como el marido paciente y prudente. Apenas estuvo fuera de esa oficina y lejos de su mirada, Evan no dudó en llamar a Elian, dándole órdenes sin margen de error.
—No me importa lo que tengas que hacer —rugió al teléfono—. A quién tengas que sobornar, torturar o incluso matar. Quiero que encuentres a Max. Ese desgraciado va a pagar por haberse llevado a Lia. Solo imaginar que ella sufre… que nuestro hijo está en peligro… me enferma de rabia. U