Capítulo 87
Marco llevaba más de dos horas esperando frente al edificio de Nara. No había traído su auto; no quería llamar la atención ni despertar sospechas. Había estacionado la motocicleta en la esquina, camuflándola entre otros vehículos, y se había sentado en los escalones de entrada como un depredador al acecho. Su paciencia era una máscara que ocultaba la tormenta que rugía en su interior.
Cuando finalmente vio detenerse el auto en el que Nara había subido horas atrás, un nudo ardiente se apretó en su estómago. Nadie bajaba. El tiempo se alargaba con crueldad, y las ideas comenzaron a carcomerle la mente: imágenes de Nara gimiendo bajo el cuerpo de Leo Dawson, de su piel perlada de sudor rozando la de él, de sus pupilas dilatadas por el placer. Marco apretó los puños hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Cada pensamiento lo enloquecía más.
Se levantó de un salto, dispuesto a acercarse y romper el cristal del auto de un puñetazo si era necesario. Estaba preparado para t