Capítulo 88
Darío observaba a Lina con la paciencia de quien ya conoce cada una de sus tormentas. Ella estaba molesta, sus labios temblaban con ganas de soltar todo lo que llevaba dentro, y sus ojos parecían dos brasas encendidas, incapaces de ocultar la furia. Desde que la había conocido, había aprendido que su temperamento era complicado, tan impredecible como el mar cuando cambia de humor. Podía ser calma y dulzura, pero también tempestad y fuego.
Antes de que estallara, él la atrajo hacia sí y la envolvió en un abrazo firme, intentando apagar con su calor la rabia que la devoraba.
–Debiste dejarme que le dijera todo lo que pienso de él –escupió Lina, la voz cargada de indignación–. Se cree que, por ser el heredero de los Rossy, puede hacer lo que le plazca. ¡La dejó dos veces esperando en su ceremonia de compromiso y ahora no la deja en paz!
Su respiración era agitada, y Darío la sintió vibrar en su pecho. La apretó un poco más, bajó la cabeza y rozó su frente con un beso suave,