La luz de la mañana se filtraba tímida entre las cortinas, pero yo llevaba un rato despierta. No había sido una noche tranquila. Sobre la mesa de la cocina, junto al vaso de agua que olvidé beber, seguía el sobre que me había entregado el abogado de Luca. Dentro estaba el borrador del contrato… y, entre los documentos, un papel más pequeño, escrito con letra impecable, donde se especificaba la hora y el lugar en que debía presentarme para “discutir los términos”.
Ese lugar era un restaurante caro del centro. La cita, al mediodía.
El papel parecía pesar más que todo lo demás.
Me levanté, preparé café y volví a sentarme frente a los documentos. No era la primera vez que los leía. La noche anterior los había repasado una y otra vez, como si al mirarlos suficiente pudiera encontrar alguna fisura que me diera ventaja. Pero cada cláusula parecía diseñada para dejar claro que el control no estaría en mis manos.
Aun así, no pensaba ir solo a escuchar. No. Iba a hablar. Iba a imponer condi