38: Ecos de una Pérdida

Luca entró a la habitación como si ya supiera lo que había ocurrido. Su silueta llenó el umbral y, por un instante, lo único que pude escuchar fue el ritmo irregular de mi respiración. Tenía aún en la mano el teléfono, agarrándolo como si lo que me contó Clara hubiera sido un eco y no una realidad. Cuando levanté la vista hacia él, la respuesta ya me ardía en la garganta.

—Francesca está muerta.

No hubo preámbulo, ni palabras suaves para amortiguar el golpe. Lo dije como un disparo, con la voz quebrada en un punto que no pude disimular. Vi cómo los ojos de Luca se afilaron, oscuros, impasibles en apariencia, aunque algo dentro de ellos se contrajo. Dio dos pasos hacia mí, pero no intentó tocarme.

—¿Quién te lo dijo?

—Clara me llamó. —La voz me temblaba, pero seguí—. La encontraron en la clínica. Un accidente, dicen. Pero tú y yo sabemos que no fue un maldito accidente.

El silencio se alargó entre nosotros. Yo sentía cómo mi corazón se apretaba contra las costillas con una furia que do
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