El anuncio llegó como todo con Luca: sin aviso previo, sin espacio para negociar. Esa tarde entró a mi habitación con su andar firme y la seguridad de quien siempre obtiene lo que quiere. Apenas levanté la vista de mi libro, él ya estaba de pie frente a mí, impecable en un traje oscuro.
—Esta noche tenemos un evento —dijo, como si “tenemos” fuese una palabra que siempre había incluido mi existencia.
—¿Un evento? —pregunté, parpadeando.
—De la familia —aclaró, ajustándose el reloj en la muñeca—. Quiero que te arregles. A las ocho salimos.
Me quedé inmóvil, con el corazón latiendo fuerte. Nunca antes me habían llevado a nada parecido, nunca me habían mostrado más allá de esas paredes que parecían devorarme día tras día.
—¿Y… cómo se supone que debo ir? —atiné a decir.
Luca dejó caer una bolsa de papel negro sobre la cama. Dentro había un vestido que no era mío, evidentemente escogido por él: un diseño entallado, color vino, de tela suave y profunda que parecía beberse la luz. Lo t