El nombre de Ruggero empezaba a sonar en cada rincón de la ciudad. Un eco peligroso, un susurro que se extendía en los bares, en las calles, en las mismas bocas de quienes antes temblaban con el apellido Moretti. Ruggero no se escondía. Reunía hombres, sembraba miedo, corrompía voluntades. Estaba reclamando un trono que nunca le perteneció.
Y yo no podía permitirlo.
La noticia de que intentaba acercarse a los rusos llegó a mí una tarde lluviosa, mientras repasaba documentos en el despacho. Los rusos eran complicados, desconfiados, y su alianza no se daba a cualquiera. Yo mismas tuve que esforzarme muchísimo para lograr convencerlos de aliarse con nosotros. Que Ruggero intentara acercarse a ellos era una amenaza directa… y un desafío. No podía permitir que me quitara a los que serían la mejor alianza que tendríamos en años. Pero tristemente, yo misma no sabía cómo evitarlo.
Fui a hablar con Luca. Lo encontré sentado en la biblioteca, repasando informes que yo misma había recopilado pa