ELENA
El dolor era soportable, uno de esos animales me empujó y se llevó a Esmee. Una mujer se acercó para ayudarme, pero el dolor me lo impedía, mi hijo, él estaba en peligro.
— ¡Elena! —escuché el grito colosal de mi esposo, vi a Antonio correr hasta mí y a Andrés a su lado.
—Andrés se llevaron a Esmee, se la llevaron, corre…
ESMEE
El carruaje parecía querer voltearse en cualquier momento.
— ¡Déjame ir! —mi boca fue amordazada.
—Has silencio mi amor —Maurice estaba loco. Luchaba, pero entre él y otro hombre ataron mis manos, el carruaje daba tropezones a cada instante de manera frenética — ¡Ten cuidado imbécil!
Quería huir, saltar fuera, pero estaba inmovilizada. A estas alturas lloraba, estaba harta de esta situación, Maurice era un demente y un desquiciado.
—Tú vas amarme Esmee, dime que amas —me quitó la mordaza y lo escupí en la cara.
—Yo jamás voy a amarte, te desprecio asqueroso desgraciado. ¡Estás loco! —volvió a poner la tela en mi boca cuando comencé a gritar.
—Lo harás