Te miraba con admiración, mi corazón siempre latía al tenerte cerca, era una fantasía idílica de una adolescente que no pensó jamás que voltearías a verla. Me miras pero no como yo deseo, en tus ojos veo frialdad, algunas veces comprensión. A tus ojos sigo siendo una niña, detesto que me veas de esa forma, mírame como miras a las demás, mírame como la mirabas a ella. Con deseo, anhelo, afinidad. Estréchame entre tus brazos, y no me sueltes nunca más. Me enamoré de ti sabiendo cual era tu reputación, tus defectos y tus imperfecciones, no me arrepiento de entregarte mi amor. Nicolle Belmonte, una refinada y soñadora muchacha española con raíces francesas. A sus veintidós años está comprometida para casarse con un hombre que aborrece y solo le produce desagrado. Pero lo peor de todo es que su corazón pertenece al desgraciado Conde que no la ve más que como una niña. Jesús Castelo, soberbio, cínico, antipático. Un Conde Español que regresó a su hogar aceptando con molestia haber perdido en manos de otro a la mujer que ansiaba para él, a sus ojos solo ella era digna de llevar su apellido, su título, no imaginaba a ninguna otra ocupando ese lugar.
Leer másESPAÑA, MADRID. 1836.
RESIDENCIA DE LOS BELMONTE
Jesús Castelo, estaba pensativo, su hermana lo sacaba de quicio pero su padre lo ponía de peor humor. El viejo solo sabía dar órdenes, cuando quiso que fuera a la casa de la familia Belmonte en su nombre, quiso negarse. Pero amenazó con suspender su viaje a América y recortar su mensualidad.
Ahora estaba prácticamente oculto en el gran jardín de la casa para escapar de las exageradas atenciones y amabilidades de la señora Belmonte. Hasta que escuchó uno torpes pasos acercándose, la persona debía creer que en serio era silencioso y que no lo notaba. Rodó los ojos, volteó, encontrándose con aquellos grandes y curiosos ojos marrones.
—Largo de aquí niña. —ordenó con brusquedad. Y la pequeña sintió un poco de temor.
—Yo... Lamento interrumpirlo Milord.
—Tu padre te debe estar buscando.
—No lo creo. —respondió con seguridad. Jesús ya estaba lo suficientemente irritado para aguantar ahora los ataques de rebeldía de una mocosa.
—Deseo estar solo por ahora. —la niña lo miró con esos grandes ojos marrones.
—No haré ruido.
—Por más que te corra no te irás ¿cierto?—ella negó muy decidida —De acuerdo, solo no hables.
Muchas cosas tenían en mente y vio como ella se sentaba a su lado.
— ¿Qué haces mocosa?
—Solo me siento.
—Eso veo, ¿Por qué a mi lado?—la niña miró sus pequeñas manos.
—Usted dijo que podía estar aquí, solo que no debía hacer ruido, nunca me dijo que no podía sentarme a su lado.
—Pues ahora te lo digo,
—Pero no quiero.
— ¿Qué pretendes niña?
—Nada.
— ¿Huyes de algo? ¿Rompiste algo especial? —Sus mejillas se volvieron rojas—Acerté, dime qué rompiste.
—Manché con tinta un documento especial de papá. ¡Pero fue sin querer, lo juro milord! —reí.
—Esconderte aquí conmigo no te salvará de tu castigo niña.
— ¡Usted me puede ayudar! —por primera vez en días, se rió con ganas.
— ¿Cómo podría ayudarte yo?
—Diciéndole a papá que no me castigue, si usted le explica tal vez no me pegue.
—Las medidas disciplinarias que tome tu padre sobre ti no son de mi incumbencia, estoy seguro que eso lo enojara muchísimo.
— ¡Por favor, se lo pido! —los ojos de la niña ya se habían aguado y casi parecía dispuesta arrodillarse. Que molestia.-pensó irritado.
—De acuerdo, hablaré con tu padre. Pero te pido que nunca más vuelvas a poner la cara de esa manera, ¿de acuerdo? —con una gran sonrisa la niña asintió feliz.
Mocosa manipuladora.
Jesús Castelo a sus veintinueve años, siendo persuadido por una mocosa, si Elena lo viera se reiría hasta el cansancio.
NICOLLE. "12 años"
El señor Castelo habló con mi padre y me alivió al no recibir ningún castigo o reprimenda. Mientras los adultos cenaban en la mesa del comedor, yo me colaba a escondidas y los miraba, sobre todo al señor Castelo, era muy lindo hasta parecía sacado de las pinturas que mamá siempre cuelga en la casa.
Corrí de nuevo a mi dormitorio antes de que me descubrieran. Mi hermana mayor Esmee, ya estaba dormida, así que en silencio fui hasta mi cama con una vela encendida. Saqué mi diario y la pluma que le había sacado a papá de su despacho y comencé a escribir.
"Hoy el día estuvo muy lindo, cuando manché el documento de mi padre, me asusté, quise correr y esconderme pero sabía que eso solo lo haría peor que un dragón, entonces vi al señor Castelo, se veía molesto por algo y pasaba el rato en el jardín. Le pedí que me ayudara y él aceptó, no me castigaron.
El señor Castelo, es muy bonito, lo que más me gusta de él es su mirada y la forma poco inusual que tiene para expresarse. A veces parece que no quiere nadie, pero yo de verdad siento que podría llegar a querer alguien.
Él no es malo.
Papá dice que un soberbio pero yo lo veo como un caballero que necesita de una princesa a la cual rescatar y proteger, pero a la que todavía no ha encontrado.... ¿Podría ser yo esa princesa?"..
DIARIO DE PIANo es que sea una niña insensible, como dicen la mayoría de mis compañeras en la escuela de señoritas, pero no creo en esas historias de amor a primera vista. Si no viera la forma en la que se miran mis padres, no creería en el amor. Porque lo que ellos poseen es lo más bello que he visto en mucho tiempo. Mi hermano es un idiota, dice que para enamorarse algún día, esa mujer tendría que ser la mujer más bella del mundo, porque jamás se casaría con un esperpento. La verdad me resulta sorprendente lo superficial que puede llegar a ser Esteban, espero que un día reciba una lección. No es que no quiera enamorarme, en el fondo anhelo amar un día de esa manera tan intensa como madre y padre lo hacen, espero encontrar al indicado. Solo quiero una cosa, una única condición para casarme con ese hombre, sus ojos deben ser hermosos y sinceros. DIARIO DE ESTEBAN.Adoro los deportes, ser sociable. Mi hermana Pia por otro lado siempre ha sido una reservada romántica empedernida, au
Madrid España 1860. 14 AÑOS DESPUÉS.Pia y Esteban, jugaban en el jardín con sus primas Ximena y Belinda Ferrer. Elena y yo charlábamos mientras vigilábamos a los niños. —Es bueno ver que todo marcha bien contigo y los gemelos, mi hermano ha estado algo ausente por sus asuntos de negocios.—Sí, la verdad me preocupa que se esté forzando demasiado, necesita tenerlo en casa. Los niños lo extrañan.—Sobre todo tú —sonreí.—No lo negaré, extraño a mi esposo. Además, hay una noticia que él tiene que saber.— ¿Qué sería esa exactamente? —Estoy embarazada. —Elena me miró sorprendida.— ¿Segura? Después de tanto tiempo...—Sí, me enteré hace unas noches y quiero que él lo sepa. —Se sorprenderá, eso sí. Míralos —dijo señalando a los niños, ya casi estaban entrando en su adolescencia. Esteban era más alto que las muchachas, él era alegre, carismático y socializaba bastante rápido con todos los que lo rodeaban. . Mi linda Pia tenía una belleza peculiar, pero era más taciturna, seria, alej
ESMEELa fuerte brisa de la playa, alborotaba mi peinado, el olor de agua salada era tan refrescante. — ¡Ah!—grité al verme atrapada por unos fuertes brazos.—Te atrapé, mi bella flor. —sonreí al ver los ojos de mi prometido, Andrés me dejó en el suelo y voltee a mirarle, enredando mis brazos alrededor de su cuello. —Luces más hermosa con tus mejillas bronceadas, como una exótica princesa.—Sabes cómo enamorar a las mujeres con frases bonitas, Andrés Ferrer.—Pero no busco enamorar a más mujeres, solo a ti, mi Esmee. Solo tú. —se inclinó y dejó un dulce beso en mis labios. Luego se separó y puso un mechón rebelde de mi pelo detrás de mí oreja. Los ojos de Andrés siempre eran tan expresivos, y ahora esos mismos orbes oscuros me decían que algo lo atormentaba.— ¿Qué sucede Andrés?— ¿Sigues enamorada de mi hermano? —esa pregunta me tomó desprevenida y no pude responder de inmediato. —Esmee he tratado olvidarlo, pero siempre me atormenta no saber si tu corazón sigue albergando algún se
NICOLLELos días pasaron y poco a poco había recordado algunos fragmentos de mi pasado, tenía una hermana mayor, unos padres. Ivan se había comportado muy bien conmigo, mi cuerpo ya estaba casi sanado, mis cosquillas ya no dolían, los rapones y moretones iban desapareciendo.—Déjame ayudarte con eso Ivan —dije al verle extender la ropa húmeda.—No, Nicolle vuelve acostarte.—Ya estoy casi recuperada, quiero ser útil. Tú me alimentas y consigues ropa para mí, por favor déjame ayudar aunque sea con eso. —el sonrió.—Está bien, iré a terminar el almuerzo. Ubaldo no debe tardar en llegar y ese viejo es más fastidioso cuando tiene hambre —reí y el entró a la casa, mientras yo me acerqué a la cesta de ropa húmeda y limpia. En la cuerda habían unas sábanas que se lavaron ayer ya estaban secas. Recogía las sábanas de la cuerda de tender para tener espacio, de verdad quería recordar todo mi pasado y por más que lo hacía nada venía a mi memoria, solo el bello rostro de aquel hombre que se sup
—¿Segura que no recuerda nada señora Nicolle? — pregunto el señor Ubaldo. Yo misma me presionaba a recordar, buscar entre mis memorias perdidas. Buscaba y buscaba, la cabeza comenzó a dolerme y vinieron unas punzadas pero había algo, unos ojos azules tan bellos pero no podía ver el rostro del hombre al cual le pertenecía. —Hay un hombre pero su rostro luce distorsionado, no logro verlo con claridad pero.... —los recuerdo aflojaron. “—No se te ocurra alejarte ahora Nicolle. Tú tienes dudas de mi afecto y no te culpo, pero pienso demostrártelo, haré lo que sea por verte feliz todos los días, repetiré sin cesar "te amo". Para probar que tan unido estoy a ti. ¿Qué te gusta más? ¿"Mon Ange" o "Mon Amour"?”— ¡Mon Amour!—exclamé sobresaltando al señor Ubaldo. —Mon Amour, así era como él me decía. ¡Lo recuerdo, dios me acordé! Mi esposo siempre me decía Mon Amour.— ¿Mon Amour?—Significa “mi amor” en francés, entonces si me ama y si mi esposo me ama, yo debo… —la puerta de la casa s
IVANMe mantuve oculto entre las sombras, no debían verme. Esos hombres eran peligrosos.—¡Encuentren a esa zorra! —se escuchó por todo lo alto y lo que hice fue alejarme lo más rápido de ahí. Corrí a mi choza como alma que lleva el diablo. Golpee la puerta varias veces.—¡Ubaldo soy Ivan, abre la puerta! —la puerta de madera se abrió y entré apresurado. — ¿cómo sigue ella?Miré a la pequeña moribunda en la cama, estaba muy herida y había rapones en su bello rostro. — ¡Mis hijos! Mis hijos. No, Jesús. —murmuraba removiéndose entre las sábanas, como un pobre animalito herido.—Ivan, esta mujer no parece que vaya a pasar la noche. —dijo con resignación el viejo. —No, ella va a vivir. —Muchacho imbécil, escuchaste por un instante y piensa en lo que dices. Allá afuera hay hombres buscándola, la quieren muerta. ¡Harás que nos maten a ambos! —me reprochó con furia. —No dejaré que le hagan daño a esta pobre muchacha, no podemos dejarla morir. —me acerqué a la cama, la muchacha se veía
Último capítulo