IVAN
Me mantuve oculto entre las sombras, no debían verme. Esos hombres eran peligrosos.
—¡Encuentren a esa zorra! —se escuchó por todo lo alto y lo que hice fue alejarme lo más rápido de ahí.
Corrí a mi choza como alma que lleva el diablo. Golpee la puerta varias veces.
—¡Ubaldo soy Ivan, abre la puerta! —la puerta de madera se abrió y entré apresurado. — ¿cómo sigue ella?
Miré a la pequeña moribunda en la cama, estaba muy herida y había rapones en su bello rostro.
— ¡Mis hijos! Mis hijos. No, Jesús. —murmuraba removiéndose entre las sábanas, como un pobre animalito herido.
—Ivan, esta mujer no parece que vaya a pasar la noche. —dijo con resignación el viejo.
—No, ella va a vivir.
—Muchacho imbécil, escuchaste por un instante y piensa en lo que dices. Allá afuera hay hombres buscándola, la quieren muerta. ¡Harás que nos maten a ambos! —me reprochó con furia.
—No dejaré que le hagan daño a esta pobre muchacha, no podemos dejarla morir. —me acerqué a la cama, la muchacha se veía