Alessia no puede comprender cómo alguien puede culpar a su hija de morder a un niño, eso es imposible. La madre soltera está dispuesta a defenderla, pues suficiente tiene su pequeña con un padre ausente. William se encuentra preocupado por su hijo, pues está muy triste porque una de sus amiguitas lo mordió. Como un padre soltero responsable está dispuesto a llegar a una solución amistosa para ambos niños en el colegio. Alessia está dispuesta a enfrentarse al padre de ese mocoso mentiroso, no dejará que culpen a su hija de cosas que no hizo. William sabe que su hijo es muy sensible, pues su madre los abandonó. Sólo quiere que la pequeña se disculpe y puedan ser tan amigos como siempre. Alessia decide que William es su enemigo y se entera de que es el chofer de su nuevo jefe, así que toma venganza y lo hace perderse en el edificio de la empresa para dejarlo mal con su superior. Sin embargo, sus maquiavélicos planes salen mal cuando se percata de que no es el chofer, sino que… ¡es su jefe!
Ler mais«Es imposible que mi hija mordiera a otro niño, por favor, ¡qué ridículo!», pensó por décima vez Alessia en menos de un minuto. Se repetía la misma frase una y otra vez mientras conducía por las lluviosas y transitadas calles de Nueva York.
Echó un vistazo en el espejo retrovisor y sonrió a su hija de cuatro años que se distraía con una muñeca que le regaló en navidad.
«Pero si es un ángel, ¿cómo pueden creer que mordería a otro niño?».
—Pero me van a escuchar —siseó Alessia mientras le cerraba el paso a una camioneta y rebasaba por un espacio diminuto en el que casi pierde uno de los espejos laterales.
Esa era ella, un peligro al volante, pero especialista en llegar a tiempo a su trabajo sin importar las imposibles calles de Manhattan, aunque esa mañana sería la excepción. No podía saltarse la plática con las maestras del preescolar porque aquello era una terrible confusión, estaba completamente convencida, y les diría hasta de lo que se iban a morir por culpar a su hija y hacerla llegar tarde al trabajo en un día tan importante.
La junta de bienvenida para el nuevo C.E.O. de la editorial era importante. La empresa se encontraba en crisis y habían realizado recorte de personal que afortunadamente no llegó a ella. Por esa razón, se decidió elegir a un nuevo C.E.O., alguien de la familia de los dueños, y Alessia esperaba que aquello hiciera emerger de nuevo a la editorial porque no sabía si podría encontrar otro empleo con un sueldo tan bueno y horario cómodo, pues era madre soltera y a veces necesitaba dividirse en mil partes para cumplir con todo.
—Me van a escuchar —repitió en un susurro y se estacionó mal en dos cubículos del reducido estacionamiento de la exclusiva guardería donde se quedaba su pequeña mientras ella trabajaba—. Ponte el impermeable, Lea.
La pequeña asintió y comenzó a colocarse el impermeable rosa de Barbie mientras su madre la miraba.
«O sea, ella mordía, pero eso está en el pasado, y ni lo hacía fuerte, era despacito», recordó Alessia sin apartar la mirada de su hija, «lo hacía cuando tenía menos de dos años, es ridículo que volviera a hacerlo ahora».
—¿Lista? —preguntó a su hija.
—Sí, mami —contestó la niña con una sonrisa—. ¿Estás molesta?
—Sí, cariño, pero no contigo, sino con otras personas.
Lea asintió dudosa y bajó la mirada.
—¿Las que dijeron que mordí a Emery?
Alessia contuvo la respiración. Sabía que Lea escuchó la conversación por accidente, ¡ella no sabía que la estaban llamando para eso!, pero estaba muy segura de no mencionar a ningún Emery.
—Sí, pero yo sé que es mentira porque que no harías algo así, yo te creo, Lea.
La niña hizo otro asentimiento.
—Gracias, mami…
Alessia igual asintió. Era incondicional de su hija, siempre le creería, siempre, y también la apoyaría, hasta cuando no tuviera la razón, hasta cuando necesitara mentir para protegerla porque esa era su misión de madre. No tenía una pareja en la cual apoyarse, todo caía sobre sus hombros, y a veces el peso era tanto que doblaba sus rodillas; sin embargo, se mantenía firme porque era el ejemplo que quería dar a su hija.
Alessia era una mujer fuerte hasta cuando internamente temblaba más que una gelatina.
—No agradezcas, Lea. Vamos.
La madre tomó el paraguas, abrió la puerta del automóvil, extendió el paraguas y se apresuró a rodear el vehículo para ayudar a su hija a bajar.
Pronto corrieron por el reducido estacionamiento, subieron la escalinata y llegaron al refugio del techo. Reían por la carrera y bromeaban sobre los charcos que más parecían lagunas mientras la madre ayudaba a su hija a cambiarse las botas de lluvia por sus zapatos y a quitarse el impermeable.
Alessia guardó todo en el casillero asignado para Lea que tenía muchas calcomanías de Barbie. Tomó de la mano a su hija y caminaron por los coloridos pasillos hasta el aula donde una profesora aguardaba en la puerta por los niños que iban llegando.
—Diviértete, cariño —se despidió Alessia.
Su hija casi la ignoró porque estaba más emocionada por jugar con sus amigos que triste por despedirse de su madre. Lea siempre fue una niña sociable, Alessia estaba convencida de que había un error o… simplemente se defendió.
«Sí, es eso», se convenció. Si su hija mordió a un niño fue en defensa personal, así de simple.
—Ya la espera la directora —señaló la maestra hacia el final del pasillo—. El padre del niño todavía no ha llegado.
—Impuntual, un clásico —se quejó Alessia y consultó la hora en su celular—. Sólo tengo quince minutos porque tengo que llegar al trabajo, sino llega pues… lo lamento mucho.
La maestra quiso decir algo más, pero Alessia se marchó hacia la dirección sin darle oportunidad.
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¡Hola!
Bienvenidos a esta nueva historia.
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Alessia retiró el moño con cuidado, levantó la tapa de la caja y observó una caja chiquitita en el fondo. Ale tenía que meter casi medio cuerpo para alcanzar la cajita, así que no notó todo el movimiento a su alrededor.Mahika apartó la atención de su flamante celular y fue a posicionar mejor la videocámara para capturar bien toda la escena. Emery sacó su dibujo de debajo de un sofá, lo puso en alto, y al lado Joanne y Lea sostuvieron una manta muy bien extendida. Matthew estaba más cerca de Ale y era un manojo de nervios, sintió que escupiría el corazón cuando Alessia se incorporó con la pequeña caja en sus manos.—No entiendo —musitó ella—. ¿Qué es?Abrió la caja sin levantar la mirada y encontró su respuesta:Un anillo.Alessia dejó caer la quijada y, antes de que pudiera hablar, Matthew se arrodilló frente a ella.Entonces la mujer notó el dibujo de Emery y la manta. Su corazón latió más rápido que nunca.—Alessia Regil… —llamó Matthew con la voz temblorosa mientras las primeras l
—La letra de santa se parece a la de mami —observó Lea, aunque no comprendía todas las palabras, sólo su nombre.Alessia rio y revolvió el cabello de su hija.—Santa tiene bonita letra, como yo.Lea encogió los hombros y tomó la caja de regalo.—¡Es muy grande! —exclamó la niña—. ¡¿Qué es?!—Tendrás que abrirlo, sólo santa sabe eso —respondió Matthew.Los niños procedieron a sentarse en el suelo y comenzar a desenvolver los regalos.Mahika se acercó primero a Ale, luego a Matthew para felicitarlos.—Tu regalo es ese —dijo Matthew y le señaló una caja pequeña—. Espero que te guste, Ale eligió el color.—Gracias, señor. Yo igual le tengo un regalo.Mahika tomó la caja que era suya y luego los dos regalos que eran para Ale y Matthew. A él le regaló una corbata psicodélica en color rojo que decía «The boss», y a ella un hermoso vestido hindú en color amarillo. Alessia estaba fascinada y no paró de repetir que lo amaba.El regalo para Mahika era un celular dorado con la última tecnología,
Alessia todavía sentía vértigo cuando miraba desde el balcón hacia las calles de Manhattan. Llevaban ya un par de meses en el nuevo departamento, en el mismo edificio, pero se encontraba varios pisos arriba y a veces, cuando había neblina, ni era posible ver el suelo de la ciudad. El anterior, en opinión de Matthew, resultaba pequeño para todos.Esa mañana de Navidad era fría. Los dedos de la mujer estaban enfundados en guantes gruesos, tenía un gorro de lana, bufanda y el abrigo más pesado que encontró en el armario. Lo más coherente era no poner un pie en el balcón a esa altura y a esas horas, pero era una costumbre de Alessia. Todas las mañanas de Navidad salía a tomarse un café. No importaba en dónde estuviera, era su ritual privado y eso no cambió ni al formar su nueva familia. Bebía su café, reflexionaba sobre el año que se iba y se ilusionaba con la reacción de Lea al ver sus regalos nuevos; ya podía emocionarse pensando también en las caras felices de Emery y Joanne.Y había
Renata abrió los ojos y contempló el techo blanco. Por unos segundos, no supo en dónde estaba ni qué pasó, pero al girar un poco el rostro encontró a Matthew durmiendo en el sofá y recordó en un segundo a su pequeño hijo luchando por entregarle un dibujo mientras un automóvil se acercaba a toda velocidad.—¡Emery! —gritó al tiempo en que se sentó.Matthew brincó por la sorpresa.—¿Qué? ¿Qué pasa?—¡¿En dónde está Emery?! —chilló Renata con las lágrimas cayendo por su rostro—. ¡¿Está bien?!Matthew espabiló y trató de contener a Renata, quien ya trataba de incorporarse. —Te vas a lastimar —advirtió el hombre—. Y Emery está bien, no tiene ni un solo golpe y está durmiendo en casa, tranquila…Renata al instante se relajó y las dolencias de su maltrecho cuerpo se manifestaron. Su brazo dolía, no podía moverlo por el cabestrillo, y tenía hinchado el ojo derecho; ella no podía verse, pero lucía morado. También su abdomen dolía, lo palpó y encontró una superficie irregular.»Tuviste una hemo
Matthew sostenía la mano de Joanne mientras aguardaban en la sala de espera del hospital. Lea dormía en dos de las sillas mientras Alessia se mantenía a su lado arropándola con una manta. Emery estaba de pie frente a la habitación de su mami en espera de poder entrar a verla.Matthew recordaba con horror la llamada de Alessia para decirle que iban camino al hospital porque Renata sufrió un accidente; le llamó de otro celular y encontró el de su novia en el camino.Emery se había congelado en medio de la calle con un automóvil en su dirección, su madre lo empujó y recibió el golpe que arrojó su cuerpo un par de metros. Renata había sido una mala madre hasta esa noche en que no dudó en arriesgar su vida por proteger a su hijo. Matthew reflexionó sobre eso y debió respirar hondo para contener el llanto.—Ahí vienen, papi —avisó Emery, se apartó de la puerta y corrió al lado de su papá.Matthew se incorporó cuando salió el médico y las enfermeras. Alessia les dio espacio.El médico expl
Emery sintió un escalofrío cuando sus piecitos lo llevaron fuera del teatro. Miró alrededor un par de veces, abrumado por la inmensidad de la ciudad a la que nunca se había enfrentado y, casi al final de la calle, divisó a la mujer de abrigo café corriendo lejos.—¡Mami! —gritó con todas sus fuerzas sin saber que era imposible escucharlo con el ruido del tráfico.Tenía frío. No pudo colocarse el abrigo que cargaba su abuelita, así que sólo se bajó bien las mangas del suéter y revisó el bolsillo de su pantaloncito; encontró una hoja doblada.Emery abrazó el papel. Era su último dibujo de su mami y un camello, intentó imitar la fotografía —o lo que recordaba de ella—. No supo el motivo por el que pensó en llevar ese dibujo con él, quizá fue el destino.—¡Emery! —Escuchó a su papá llamarlo desde el interior del teatro.El pequeño echó un vistazo sobre el hombro, respiró hondo y tomó una decisión.Esta vez lucharía por su mami porque ya era un niño grande y le demostraría que podía cuidar
Último capítulo