La confianza tenía una forma de perder significado en ausencia de coraje. Todas las mentiras y engaños que el mundo había sido llevado a creer podrían haberse desvanecido si ella hubiera pronunciado esas palabras con un mínimo de valentía. Pero Jennifer no lo hizo. Toda su vida le habían enseñado a embotellar sus miedos, a dejar que el tiempo lidiara con sus cicatrices—una forma cruel y equivocada de sobrevivir. Y ahora, una vez más por su silencio, el mundo mostraba los colmillos contra Vincent.
Él había estado en la habitación apenas unos minutos antes, le hizo aquella simple pregunta—y durante más de cinco minutos agonizantes, lo único que ella logró fue tartamudear. La vio derrumbarse y luego se marchó, bajando las escaleras.
“Se fue a la oficina”, dijo el jardinero cuando ella preguntó por él.
Intentó llamarlo dos veces; ambas llamadas fueron directo al buzón de voz.
La mansión parecía sisearle, juzgándola, repitiendo lo que había hecho. Y cuando se cruzó con Elena en el pasillo,