Jennifer volvió al trabajo dos días después del esguince, aunque absolutamente todos en su vida le habían rogado que se quedara en el sofá.
Cookie la había acorralado durante cuatro noches seguidas, con voz baja y urgente:
—Te queda un mes brutal antes de Garden of Grace. Descansa.
Jennifer solo sonrió, la misma sonrisa tranquila que le había dado a Vincent, la misma que a Carlos.
—La forma no está en las piernas, Cookie. La forma está aquí. —Se dio un golpecito en la sien—. Mi mente está lista. El resto me alcanzará.
Así que esa mañana entró al vestíbulo como si fuera dueña del mármol bajo sus zapatillas —la espalda recta, la barbilla en alto, la túnica negra ondeando sobre sus jeans blancos—.
Se sentía eléctrica. Y sabía exactamente por qué: tres noches seguidas fingiendo con Vincent. Fingiendo que eran solo compañeros de casa, solo colegas, solo dos personas que compartían el mismo techo y la misma insomnio obstinada.
La noche anterior él la había besado hasta que la habitación gir