MILENA
Ya habían pasado más de seis meses desde aquel secuestro que cambió mi vida para siempre. Con el tiempo, la justicia por fin se había hecho presente. Alejandro, aquel hombre que dio la orden para que Gerardo le hiciera creer a mi familia que morí en ese accidente de hace años y luego el secuestro, terminó en silla de ruedas; dicen que jamás podrá levantarse de ella. Laura, su cómplice, sigue en la cárcel junto a él. Me enteré de que incluso el propio padre de Alejandro decidió darle la espalda, pues no quiso meter las manos en toda la suciedad que su hijo había provocado. Entre las muchas barbaridades que cometió, también salió a la luz una supuesta malversación que hizo en complicidad con Laura. La empresa, en realidad, pertenecía al padre, nunca al hijo.
La verdad, ya no me importa lo que ocurra con ellos. He decidido dejar el pasado atrás.
Derek, mi esposo, logró abrir una pequeña oficina que poco a poco ha ido creciendo. Muchas escritoras lo han buscado y ahora maneja una m